MIAMI. Florida. — Mi nombre es Cuba y nací el 20 de mayo de 1902. A pesar de mis 112 años me mantengo lúcida y enérgica aunque padezco algunos achaques propios de mi edad. Cuando nací me vistieron con una hermosa tela tricolor llamada bandera. Me compusieron un Himno Nacional. Me diseñaron un escudo. Todo el mundo estaba feliz. La gente cantaba, bailaba, reía.
Fue un parto difícil. No deseado por mi madre España. Ella hubiera preferido mantenerme mucho más tiempo en su vientre.
A lo largo de mi vida he sufrido adversidades graves, pero gracias al valor de mis hijos, me he recuperado. Pero hace algo más de medio siglo, mi vida cambió drásticamente. Experimentó una profunda conmoción.
Un grupo de mis hijos que decía actuar en defensa de mi dignidad y soberanía se apoderaron de mí, repitiendo las palabras “revolución”, “socialismo”, “paredón”. Uno nombrado Fidel Castro Ruz, me declaró propiedad suya y como tal empezó a tratarme, sembrando en algunos de mis hijos un odio irracional y absurdo.
Aquellos “revolucionarios” de paredón y socialismo pretendieron hacerle creer a los más jóvenes de mis hijos que antes de que ellos se apoderaran de mi yo era una prostituta enferma, decadente y analfabeta.
Una parte considerable de mis hijos se irguió ante tal sordidez y emprendió, de nuevo, el camino de la insurrección. Muchos cayeron combatiendo y otros frente a pelotones de fusilamiento o en campos de concentración
La lealtad a la madre abnegada fue sustituida por la fidelidad al líder.
Me fui depauperando y en el plazo de unas cuantas décadas me convirtieron en una masa amorfa, consumida por rencores, traiciones, dogmas y oportunismos. Me fragmentaron en el nombre de una ideología ajena a la naturaleza de mis hijos.
Pero sigo siendo Patria. Puedo tener una parte de mi corazón en el mar Caribe y la otra en Estados Unidos, México o España, porque donde quiera que habite un cubano libre allí estoy yo exhibiendo mis colores, mi canción nacional y mi escudo, como aquella mañana inolvidable del 20 de mayo de 1902.