GIRONA, España, enero, www.cubanet.org -Una vieja mercancía ideológica retorna al mercado del libro y es reseñada por los medios informativos. Tiene soporte libresco, rostro humano y el aval de la crítica. El personaje es el pensador alemán Carlos Marx (1818-1883), cuya doctrina inspiró a Lenin, Stalin, Mao, Castro y otros líderes y teóricos del comunismo que pusieron en práctica sus postulados e intentaron transformar el mundo tras la toma del poder. En esos experimentos sociales la figura de Marx alcanzó el rango de Dios y Guardián de la Fe –libros mediante-.
Marx no es, ni más ni menos, que un intelectual de su época, una época superada por la máquina del tiempo, es decir, por el desarrollo continuo de la tecnología, las ciencias, el comercio, los medios de comunicación y, con ellos, la paulatina evolución del pensamiento social. A pesar de Marx y sus referentes –Kant, Hegel, Darwin, etc-, el mundo siguió su ritmo, continuaron las guerras y las revoluciones. Muy a su pesar, las revoluciones proletarias no fueron el pastel de los pobres ni el pregonado fin del capitalismo, las religiones ni las fronteras. Quizás por el fracaso de la utopía marxista hay quienes se aferran al gurú decimonónico sin pensar en cuanta ficción esconden los postulados de los sistemas teológicos y filosóficos.
Si Marx “regresa” es como un tópico de su tiempo. Tal vez un tópico periodístico. Solo por razones ideológicas o de estudios alguien busca e intenta leer sus folletos, artículos y discursos. ¿A quien puede importarle 130 años después de su muerte lo expresado por este personaje hierático y sentencioso? Su panfletario Manifiesto Comunista, escrito y publicado en 1848 junto a Engels –su escudero y seguidor-, revela esa crónica del enfado y la urgencia que condimenta sus folletos y discursos.
Marx no retorna, es traído al mercado por algunas editoriales y periódicos que necesitan contrapeso ideológico y temático, quizás para asustar con sus “profecías”. Mas, salvo El Capital, reeditado ahora en versión manga, y algunos artículos y frases antológicas casi nada es salvable en su extensa entrega ensayística.
Según César Rendueles, “el retorno de Marx es, en el fondo, la venganza del siglo XX” pues “problemas que imaginábamos muertos y enterrados, como la lucha de clases, han resucitado con una violencia salvaje…” Vaya trueque, ¿verdad? Rendueles asocia a un referente filosófico del siglo XIX con el siglo XX – ¿como látigo castigador?-. Tal vez por eso vincula la recepción académica de la obra de Marx con los vaivenes de la historia reciente, aunque reconoce que “la edición crítica de sus textos en alemán aún está en curso…”; lo cual relega al limbo especulativo la “influencia científica” ejercida por el gurú del “socialismo científico”.
Sin embargo, la mejor historia de ascenso y desencanto sobre Marx no figura en las biografías y discursos de sus exegetas, si no en Kart Marx. El Capital. El Manga, un comic publicado en Barcelona el año pasado y reseñado en enero por Isidoro Reguera, quien afirma: “De las 390 páginas de este manga, Marx solo aparece en las 10 últimas, de repente, cara y barba de profeta adusto, aro de santo a la cabeza, mirada tremenda, bigotazos, interrumpiendo a Engels, que era el encargado hasta entonces de explicar la segunda y tercera parte de El capital. (…)”
Asegura Reguera que la versión del clásico marxiano recrea los viejos conceptos, pues pone “en relieve de historieta los mecanismos y contradicciones de la sociedad capitalista, sobre todo el que la tasa de beneficio solo aumente de verdad con la plusvalía, el capital variable, es decir, no por la modernización del capital constante, los medios de producción, sino por la perenne explotación de la fuerza de trabajo, o sea, de la mercancía humana. Y como es justamente por esto por lo que todo el sistema no va al traste, al contrario: esa explotación humana amplía el abismo entre pobres y ricos, en una dialéctica irredenta de huida hacia delante, con la única salida posible de una crisis que vuelven a pagar quienes no la crean…”
Por estos días se comenta otro regalo literario: Kart Marx. Una vida decimonónica, de Jonathan Sperber, un libro entre la cronología vital y los postulados sociológicos del personaje; un repaso de los bulos y malentendidos repetidos, su etapa universitaria, el tránsito del liberalismo al jacobinismo, el activismo político durante las sublevaciones de 1848, la estancia en Londres, París y Bruselas, la búsqueda de la revolución para solventar los conflictos pendientes, las disputas ideológicas, la contradicción entre los valores de la ilustración y el anhelo de nuevos sujetos sociales; además de sus textos periodísticos ajenos a las especulaciones simplificadoras.
Como si fuera poco, el ensayista cubano Iván de la Nuez reseña un volumen del 2013, Kart Marx. Más de 40 entregas, una selección de artículos escogidos y prologado por Mario Espinosa entre 350 textos escritos de 1852 a 1862, durante su peregrinaje por Europa, preámbulo de su década de entregas al New York Tribune. La antología abarca la expansión colonial, las revoluciones y revueltas sociales, el destino de Europa, la pena capital y sus preocupaciones geopolíticas. Según de la Nuez:
“Este Marx periodista se sitúa entre el lenguaje urgente del Manifiesto comunista y la densidad teórica de El capital. Al mismo tiempo, sus artículos —brillantes y sarcásticos, documentados y punzantes— aparecen en la cuerda estilística de Dickens o Brontë, dedicados a cultivar una ficción que el filósofo consideraba mejor dotada para representar el patetismo de la clase media inglesa que todos los moralistas de su tiempo. En todo caso, la obra de Marx arrastra una serie de metáforas propias de la transformación industrial —la revolución como “locomotora de la historia”—, muy próximas a la literatura futurista del siglo XIX”.
En mi caso, tras vivir y padecer la sobredosis del marxismo y el socialismo real, puro y duro; no creo en el regreso de Marx, si no en la reencarnación de su fantasma en algunas universidades, editoriales, medios de comunicación y partidos políticos de Europa y América interesados en revivir su figura –de indudable valor simbólico-. ¿Para interpretar la sociedad? ¿Para transformarla a favor de los pobres? ¿Para imponer la justicia social y liberarnos del capitalismo? ¿Quién sabe?
Recuerdo por experiencia propia que Carlos Marx es más citado que estudiado, casi nadie entendía sus tesis, aunque había que aprobar filosofía y él era el filósofo en jefe, al menos en Cuba y otros paraísos terrenales venidos a menos –Rusia, Europa del Este, China, Corea del Norte-, donde los marxistas convirtieron sus postulados sociales en claves de dominación y exclusión.