FORT PIERCE, Estados Unidos.- Recientemente se desarrolló en La Habana el XII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios “Berta Cáceres Vive”, en memoria de la luchadora y reformadora social de origen hondureño. La cita tuvo lugar en el céntrico Pabellón Cuba.
Dicho evento incluyó una feria con la presentación de “novedades” de la empresa estatal cubana con experimentos de cogestión de los trabajadores, además de mostrar algunos aspectos relacionados con las cooperativas urbanas y rurales y los llamados trabajadores por cuenta propia (sector privado), así como propuestas de responsabilidad social y comunitaria y diseños culturales y estéticos “no mercantilistas”.
Paralelamente a estos temas de naturaleza económica, ha tenido lugar una serie de presentaciones de conferencias y debates teóricos entre los que merece destacarse, no por sus aportes al contexto social real de Cuba, sino por sus contradictorias y poco actualizadas propuestas, el tema “Las claves del antimperialismo y el anticapitalismo hoy: las visiones de Fidel Castro en los nuevos escenarios de lucha”, de Fernando Martínez Heredia, dedicado a los desafíos de América Latina.
Martínez Heredia parte de un análisis de la situación latinoamericana actual, insistiendo en el ascenso al poder de gobiernos de derecha, y lo que él considera su consecuencia, es decir, el papel del “campo popular”.
Lamentablemente, el también ensayista y director del Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello no ha llegado a asimilar el sentido del viraje radical y definitivo que experimenta Latinoamérica en esta segunda década del actual siglo, en la que resulta patente un despertar de sus naciones; hecho que le ha permitido a multitudes de latinos recuperar sus derechos mediante una participación verdaderamente democrática, sin imposiciones, ni acciones fraudulentas tan habituales en los gobiernos de izquierda de la región.
Su visión, sin duda, responde a los intereses de un oficialismo que se ve perdido, y acude a todos los mecanismos posibles para su subsistencia. Esta convocatoria para la inserción de temas de este tipo abordados por intelectuales que representen la caducidad del sistema comunista cubano, es una de las tantas formas a las que acude el oficialismo para promover lo ya inexistente.
Lejos de reconocer el triunfo definitivo de la justicia social a través de la destitución de Dilma Rousseff en el controversial caso de Brasil —algo que el resto del mundo ha admitido, y se insistió ante la comunidad internacional acerca de la legalidad de los procederes utilizados en este sentido—, se lamentó por lo que representó el fin del progreso de la izquierda en el país suramericano, y se refugió en explicaciones muy poco convincentes sobre falta de fundamentos sólidos y a “comentarios superficiales y dogmáticos” acerca del proceso de democratización, no solo en Brasil, sino en México.
Desconozco si Martínez Heredia supo de las marchas multitudinarias que tuvieron lugar en Brasil exigiendo justicia ante los actos de corrupción en los que se vio envuelta la expresidenta de ese país, o si se trata de ocultar la verdad de un fenómeno —tal vez sea en realidad el motivo— que no solo se ha experimentado en Brasil, sino en todos aquellos países de la región que asumieron el socialismo del siglo XXI durante la década anterior, los que actualmente atraviesan por crisis en sus economías como consecuencia de la ineficacia de este modelo social y económico.
Los trabajadores cocaleros acaban de manifestarse en Bolivia en contra de las violaciones constitucionales de Evo Morales. Nicolás Maduro presiona al Tribunal Supremo de Justicia para que deje sin legalidad y reconocimiento a la Asamblea Nacional, a la vez que pone en acción un “Comando Antigolpe” para enfrentar a la Asamblea que lo ha declarado en abandono de su cargo. En Ecuador, Rafael Correa extiende por treinta días más el estado de excepción —proceso de militarización con prohibiciones de diversa naturaleza a la etnia Shuar— en la provincia de Morona Santiago. En Cuba son detenidos los principales líderes de la oposición, incluyendo al doctor Oscar Elías Biscet, candidato al Premio Nobel de la Paz.
Dichas acciones constituyen solamente muestras de la realidad que debió haber incluido en su disertación este investigador cubano, quien pretendió tratar temas esclarecedores en torno a paradigmas emancipadores en América Latina omitiendo hechos como estos, los que reflejan la realidad actual de la región.
Pero lo más significativo de su intervención fue la idea —devenida al instante en profética sentencia ortodoxa— acerca de que “el capitalismo no dispone de un lugar futuro para nosotros”, lo que debe conducirnos a cuestionarnos cual será entonces nuestro lugar en un futuro no tan remoto, pues no creo que dadas las circunstancias políticas, sociales y económicas de la nación cubana exista mucho tiempo para teorizar demasiado respecto a posibles lugares futuros, o modalidades de sistemas que la puedan conducir por caminos que logren salvarla de la debacle total a la que ha llegado, justamente, por empeñarse sus mandatarios a no admitir la posibilidad de cambios radicales, y a salir de una vez de lo que otrora fuera un modelo socialista.
De ser cierta su afirmación, significa pues que habrá que seguir cargando por los siglos de los siglos con nuevas conceptualizaciones, modelos de nuevo tipo, modificaciones del socialismo del siglo XXI, o cualquier otra modalidad extravagante que nos siga envolviendo en los postulados supuestamente ideales que una vez propuso Marx, quien, según Martí, anduvo de prisa y en la sombra, lo que le impidió conocer en el orden práctico las incongruencias inconsistentes de su prototipo de sistema social y modelo económico.
Como era de esperar, no faltaron las evocaciones constantes a aquel que ya no está, para lo que acudió, mediante la reiterativa y ya cansada retórica comunista, a hechos que protagonizara el dictador Fidel Castro como la organización de las milicias populares, la campaña de alfabetización, el intercambio comunicativo con las masas, la lucha por el poder y el papel de las instituciones en función de las personas.
Los organizadores del evento no han de tener bien precisado el significado real del término emancipación —de donde deriva emancipatorios—, el cual significa liberación, ruptura de ataduras, desprendimiento del servilismo, salida de la esclavitud, lo que debe considerarse para nuevas propuestas en el contexto de una nación que se encuentra atada.
La manipulación por parte del régimen dictatorial de La Habana, la ausencia de libertades expresivas y de creación, el incremento marcado de la represión, la necesidad de mostrar un poder perdido y de aferrarse en un intento final de supervivencia, son hechos que impiden la realización de eventos en los que se puedan presentar los verdaderos “paradigmas emancipatorios” en Latinoamérica.