NUEVA YORK, Estados Unidos – La visita del Papa Francisco pasará a la historia como la más limpia. En cuanto a la imagen mostrada al Pontífice y a los miles de turistas que se dieron cita en tres de las principales ciudades cubanas.
Salvo la presencia de cinco disidentes, que osaron cruzar el cerco que rodeaba al augusto visitante en La Habana, el panorama estuvo esterilizado al máximo, desde semanas antes del arribo y durante el curso de la estadía de “el Santo Padre que vive en Roma”.
En ningún momento se vieron los mendigos de La Habana, los ancianos, o los desamparados habituales de la capital, que transitan entre las ruinas de Centro Habana o frente a la Catedral y sus inmediaciones.
Las fachadas se vieron limpias aunque, como en una película del antiguo Oeste norteamericano, estaban pintadas solo en el exterior, creando un espejismo de prosperidad que nunca ha existido, con muchos de sus habitantes rezando dentro, para que el techo no se les venga abajo.
En ningún momento el Papa visitó las cárceles, quizás porque se le aseguró que solo había la gente que merecía estar, no los delincuentes u otros que trasgreden la ley, porque esos habían sido indultados gracias a su visita. Sólo quedaban los que debían estar, atrapados en el concepto comunista de que “el que protesta la paga, hasta podrirse dentro”.
Los otros disidentes habían sido atrapados en redadas previas. En este grupo incluyeron a las Damas de Blanco y otros fieles activistas que van a misa todos los domingos y son apaleados y arrestados y luego soltados lejos de sus hogares, para ver si son asaltados por las Brigadas de Acción Rápida en el camino. También fueron arrestados los principales molestosos de la Unión Patriótica de Cuba, UNPACU, en Santiago, previo a la misa en esa oriental provincia.
El Papa no oró por los fusilados, ni por el exilio, ni por los que han huido de la Isla Paraíso.
Tampoco el Pontífice visitante hizo mención alguna de los cubanos desaparecidos, tragados por el mar en su fuga hacia la Libertad y tratando de llegar a la Tierra del ex Enemigo.
Sin embargo, en un increíble lapso castrista, en perfecta ironía del Dios de las Alturas, el Papa recibió de regalo -del mismísimo Culpable- un enorme Cristo, crucificado sobre unos remos.
Por todo esto se desprende que Jorge Mario Bergoglio, más conocido como Francisco, no actuó como predica en Cuba.
¡Cómo lo iba a hacer, si fue el Artífice del Acercamiento y los acuerdos, que han insuflado el aire con que respira hoy la Dictadura!