BURDEOS, Francia.- Si algo comprobaron los políticos de Estados Unidos en cuanto a las consecuencias de sus operaciones militares extraterritoriales, habrá sido que –como dijera Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, el imprescindible ministro de relaciones exteriores de Bonaparte– sin la “continuidad del Estado”, sistemáticamente sobreviene el caos que, en el caso de Cuba, podría tomar formas inesperadas, al tratarse de un país donde las miserias de todo tipo han torcido los abrazos en dentelladas.
La doblez se cebó en aquella isla dando paso a una vieja y larga mentira general. Sí, lo mismo que unos dicen “canto general”, en Cuba se puede hablar de “mentira general”, en la que ejércitos triunfan con sus divisiones blindadas en tectónicas batallas y donde cada soldado es un faro y un guía capaz de inmolarse por la patria o en las cumbres (nevadas) de las sierras de la isla de Granada. “Fidel creyó que podía cambiar al cubano con palabras”, me dijo una vez un compatriota de Marsella, ya muerto.
El derrocamiento de Saddam Hussein en Irak quiso ser total. Y lo fue, pero hoy vivimos una realidad internacional terrorífica derivada de aquella falta de tacto, porque se ignoró la indispensable continuidad selectiva del funcionamiento del Estado.
Quizá el viaje de Obama a La Habana pueda ser visto como un gesto político dual: por un lado, animar el brote de un contexto democrático en Cuba y, por el otro, dejar claro a quienes pueda interesar que los que hoy administran el final pactado del castrismo serán, a fin de cuentas, los cuadros transitorios de mañana, habida cuenta de que lo más importante para Obama y para el próximo presidente americano es que Cuba no se convierta en un lugar fuera de control.
¿Roma, Obama y Raúl lo habrán hablado?
Todos los protagonistas adscritos para una salida negociada del castrismo saben que está llegando ese momento en que la larga lista de cubanos muertos por sus ideas de libertad verán pasar la comparsa de la transición conformando un elenco oficial que fue y querrá seguir siendo.
Ese momento, que ya viene, los Estados Unidos se lo toman muy en serio porque Cuba es un país donde la sangre sí llegó al río y donde la gente fue machacada ad nauseam.
Por todo lo anterior, la comunidad internacional y en primer lugar los EE.UU. y los curas mayores quieren que la rampa para bajar a los cubanos de la mentira general y de las ínfulas quiméricas sea una rampa suave, obra de mucho tiempo, de prospectivas y de lejanos conciliábulos para que, después de los grandes entierros, todo cambie, pero manteniendo la continuidad del Estado.