MIAMI, Florida -¿Existe alguna exageración o parcialidad ideológica al afirmar que el régimen castrista superó todos los errores cometidos durante las primeras décadas después de la formación de la República de Cuba?
Un repaso retrospectivo de nuestra historia más reciente nos impone a todos una conclusión sobrecogedora: el castrismo ha sido una catástrofe para los cubanos. Fraccionó a la familia bajo absurdos postulados ideológicos, destruyó las bases de una economía frágil e imperfecta pero en vías de alcanzar su plena solidez, convirtió al ciudadano en una diminuta pieza dentro del engranaje totalitario de forma tal que experimentara la más absoluta indefensión ante las arbitrariedades, entregó el país a una ideología absurda rechazada por la razón y la historia, liquidó el sentido de constitucionalidad y legalidad, y concedió a los cuerpos represivos el poder absoluto al eliminar todo vestigio de legitimidad jurídica y equidad.
El régimen castrista se inserta en una parte del tiempo histórico nacional desbordante de tragedias. Constituye, incluso, uno de sus momentos más dramáticos y sombríos. El castrismo, ese fenómeno destructor del aparentemente breve siglo XX, comenzó en 1959 y se ha prolongado por más de medio siglo. Se trata de un régimen inspirado en dogmas aparecidos en el escenario internacional mucho antes que el fascismo y el nazismo y que alcanzó prácticamente todos los continentes.
¿Qué es lo que clasificamos justamente bajo la categoría de castrismo? La categoría de castrismo no es, examinada con rigor, una tesis filosófica, ni una ideología, ni un modelo económico. Es un dogma totalitario que puso a funcionar una gigantesca maquinaria propagandística e implacable hasta llegar a erigir el terror y la represión como una forma de gobierno.
Algunos idealistas podrían argumentar que el castrismo no tiene nada que ver con el comunismo, pero la historia desmiente categóricamente semejante argumento. La Unión Soviética y el resto de los países de Europa sometidos al estalinismo aún conservan las huellas de aquel experimento. El recuerdo del terror sigue gravitando sobre millones de seres humanos.
En Cuba aún no se han desclasificado los archivos, pero ahí están los testimonios de las víctimas. Testimonios que muestran que el terror ha sido desde su ascenso el poder la dimensión natural y primordial del castrismo. Y son esos testimonios los encargados de verificar la esencia criminal de ese régimen
El castrismo ha cometido crímenes de todo tipo: crímenes contra el derecho, contra la libertad, contra la cultura, contra la fe, contra la vida, contra las esperanzas de un pueblo, contra los sueños de una sociedad.
El castrismo cercenó las ideas de los fundadores de la República de Cuba. No es difícil distinguir entre los ideales de aquellos ilustres patriotas y las acciones de estos aberrados sinvergüenzas.
Paraliza el corazón la forma fría y calculada de los crímenes cometidos por el castrismo y no existe la más mínima justificación para ellos. Se ha pretendido su excusa a través de insólitos argumentos, sobre todo cuando se presenta a
Cuba como una víctima de la agresividad estadounidense. Pero esa agresividad no ha llegado desde el vecino norteño: la ha promovido y ejercido el castrismo. La propaganda castrista – como una forma de esquivar su responsabilidad – se refiere insistentemente a los cuantiosos daños humanos y materiales derivados del embargo y a hipotéticas acciones terroristas ejecutadas por miembros del exilio cubano.
Los muertos como consecuencia de la irresponsable y aventurera intervención castristas en numerosos países, los asesinados frente a los pelotones de fusilamiento y los desaparecidos en el mar no aparecen en las estadísticas ni tampoco los nombres de las víctimas del terrorismo practicado por elementos del Movimiento 26 de Julio en la etapa comprendida entre 1952 y 1958.
¿Cómo justificar los pueblos cautivos, las deportaciones masivas, los juicios sumarísimos, los campos de trabajo forzado, las redadas policiacas contra los homosexuales, la censura en los medios, la “parametración” a la que han sido sometidos muchos intelectuales cubanos, la discriminación racial e ideológica, la ilegitima exclusividad política del Partido Comunista, las golpizas a los defensores de los derechos humanos? Serian interminables las interrogantes sobre los crímenes del castrismo.
La responsabilidad por esos crímenes lleva aparejada también la responsabilidad por la complicidad. El más criminal de los sistemas necesita cómplices para su continuidad. Muchos cubanos, impulsados tal vez por la propaganda castrista, por iniquidades éticas y morales o por la preservación de algún cuestionable privilegio tendrán que responder cuando la justicia se reinstale en Cuba. Muchos alegarán que lo hicieron movidos por el miedo, tal vez obligados por las circunstancias o porque no estaban debidamente informados. ¿Podría créeseles?
Cuando se juzgue a los represores, a los despiadados agentes de la Seguridad del Estado y a los depredadores del patrimonio moral de la nación cubana, ¿cómo quedará la responsabilidad de sus cómplices?, ¿cómo quedarán ante las futuras generaciones de cubanos los integrantes de esas turbas miserables que hoy lanzan insultos y piedras?, ¿cómo quedarán los organizadores y dirigentes de las Brigadas de Respuesta Rápida?
Nadie desea que por las calles cubanas corran ríos de sangre ni que los cuerpos de los verdugos cuelguen en los árboles. Nadie juzgará al cubano que no se rebeló contra los abusos y los atropellos. Nadie censurará al indiferente ni calificará de cómplice al que alguna vez llevó en su cuello infantil la pañoleta de pionero. Nadie invalidará al obrero que sustrajo de su centro de trabajo un poco de comida para alimentar a su hijo ni condenará a la mujer que se prostituyó para mantener a su familia.
Lo que se juzgará será la complicidad intelectual y material, incluso la de muchos que hoy viven entre nosotros. Serán juzgados por traidores a la Patria porque jamás aceptaremos la existencia de un conflicto entre la ideología y la ética, entre la política y la moral.
La complicidad de los traidores fue totalmente consciente y voluntaria. Sus motivaciones fueron marcadamente criminales. No quebrantaron ningún código porque el régimen castrista es intrínsecamente ilegítimo y en él solamente impera la ley de la selva.
Ha llegado el momento de las definiciones, el momento de dejar a un lado las ambigüedades y las justificaciones. Queremos libertad y junto a ella la justicia