MIAMI, Florida.- En estos días se comenta Gusano en corrillos informales de la comunidad de exiliados cubanos de Miami. Está en YouTube y la presentación, de la mano de sus realizadores y directores generales, Antonio Rodiles y su mujer Ailer González, ha pasado por varias televisiones que tocan el tema en el sur de la Florida.
Ellos vinieron a exhibirlo y a promoverlo, como mismo cualquier cineasta o actor principal de una película hace en los días previos del lanzamiento oficial para buscar taquilla.
Nada más lejos de un interés comercial persigue, sin embargo, Gusano. El título de por sí es un genérico de la tragedia nacional. En su momento inicial, el término “gusanos” se refirió despectivamente a los que se marchaban del país, pero por extensión toca a todos los que no estamos con el régimen y/o hablamos mal de él. De ahí que, al menos, personas de cuatro generaciones puedan estar interesadas en ver este filme.
Las imágenes, inéditas hasta ahora, se grabaron durante los días 10 y 11 de diciembre pasado que sesionó el Primer Encuentro Internacional (independiente) sobre Pactos de los Derechos Humanos, en casa de Antonio Rodiles, director también del proyecto multidisciplinario, opositor, Estado de Sats. En medio del aislamiento que vivieron los participantes –los pocos que pudieron acceder-, hubo detenciones arbitrarias y trifulcas, pero lo más apremiante fue denunciar la vuelta al tristemente célebre “Acto de Repudio”, en el que la sociedad civil, instrumentada por las fuerzas de inteligencia de la Seguridad del Estado cubano, arremete física y verbalmente contra sus congéneres. Un triste episodio de los 80 que, como se muestra en el documental, ha vuelto.
Gusanos tiene un metraje difícil de ubicar en competencias o muestras de cine, casi 50 minutos, pues no llega a ser un largo pero tampoco es un cortometraje. Su estructura progresiva necesitó narrar el antecedente bárbaro de los “Actos de Repudio”, y para ello se valió de imágenes de archivo, así como de la memoria colectiva aportada por entrevistados de diferentes profesiones y sexos, siempre voces de la disidencia.
Sin bien los testimonios son válidos en sí mismos, la secuencia se hace demasiado extensa en tanto se entiende como introducción al tema, pues no es hasta el minuto 19 que el filme se centra en su objetivo, o sea, los sucesos represivos de la calle donde vive Rodiles. Es importante recordar que el documental, aunque tiene ese título, no es básicamente sobre el exilio y la tragedia que se vivió desde el 80.
En un grupo de amigos de Miami, había esta confusión. Incluso, me atrevería a asegurar que algunos que vieron el filme no se quedaron con la importancia del Primer Encuentro Internacional sobre Derechos Humanos, porque ni siquiera prestaron atención a ello. Cuando en realidad se trata de unos de los acontecimientos más importantes de los últimos años, una prueba, hecha por la oposición, a la tardía reforma de la Ley Migratoria para los cubanos.
Es muy posible que tan importante asunto se diluya en el extenso metraje, con el afán de mostrar las técnicas segregacionistas del castrismo y de denunciar vivamente, con imágenes que hablan por sí solas, la triste utilización de niños para fomentar el odio.
También, la dirección de arte, a mi entender, falla en un aspecto: En algunas entrevistas en interiores, el fondo suele estar recargado de artes decorativas no asociadas a la temática, lo que termina desviando la atención. Hubiera sido mejor un fondo blanco, en todo caso. Los testimonios son sumamente importantes.
Sin embargo, el trabajo con la imagen en las secuencias de la detención y acoso a personas del foro, es muy de alto elogio. Por la dificultad para grabar en esas condiciones, “sin autorización”, como le gusta decir a la policía política de la isla.
Una edición ágil y una correcta utilización de la cámara lenta le ofrecen al documental, junto con los testimonios de los participantes, un dramatismo muy oportuno.
La música de Carlos Puebla como banda sonora principal fue muy bien elegida: Como si el tiempo no hubiera pasado y se vivieran los primeros años de eso que los barbudos llamaron Revolución.
Ese manifestante represor que pide guásima, cabuya y cebo, allí frente a casa de Rodiles, es de lo más preocupante –y al mismo tiempo delirante- que se pudiera escuchar a estas alturas.
¿A quién representan esas voces sórdidas? ¿A los decrépitos militares que están vendiendo el país a trozos antes de desaparecer definitivamente?
¡Pero qué iluso hombre que pide ahorcar a los que podrían presentar un proyecto renovador, inclusivo, democrático!
Y este es a nuestro entender el principal logro de Gusanos, captar la atmósfera rabiosa de los últimos días de la dictadura con una cámara que está siendo, al mismo tiempo, víctima y testigo.
Vea el documental en YouTube:
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=pW7i48fSCZ4 [/youtube]