VENECIA, Italia.- Ni los obstáculos, ni las alcabalas, ni los controles militares, ni la supresión del transporte, ni las amenazas pudieron detener a los venezolanos que quieren salir del tirano que los agobia, impuesto desde Cuba.
Volver a ser libres y regir sus destinos fueron las fuerzas que impulsaron a más de un millón de personas a “tomar Caracas” y hacerle ver a los chavistas que debe terminar la farsa de 17 años, de un gobierno que sólo ha producido miseria y supresión de libertades.
Sin embargo, la lucha de los venezolanos es también la batalla de la región contra los dictadores que un día conformaron el Clan Caracas-La Habana, agrupación de fuerzas que se ha ido desintegrando, en la medida en que los pueblos han comprendido que no hay democracia ni prosperidad para ellos bajo la roja tolda comunista.
Brasil ha sido el último en sacudir el yugo.
Argentina demostró también, en el voto popular, que no quería estar más sometida a los caprichos de candidatos, favoritos de una socialista colocada en el poder gracias a los maletines con dinero venezolano, enviado por Hugo Chávez.
El despertar de los pueblos sacude hoy al resto del Clan: con pueblos descontentos y protestando en Bolivia, Nicaragua y Ecuador, entre otros.
Cuba, por su parte, sometida por más de 57 años a la dinastía castrista, sabe que el dictador de turno dejará el poder en descendientes de su propia familia, cuya exclusiva calificación es tener el apellido Castro.
“Veo con envidia a los venezolanos”, me han dicho muchos cubanos. Pero está en los que han permanecido dentro de la Isla el sumarse al descontento y hacer oír con fuerza y valentía la apropiada respuesta.