SAN JUAN, Puerto Rico.- Sabiamente, José Martí nos planteó un día que “en política lo real es lo que no se ve”, y como corolario podemos concluir que mucho de lo que vemos en la política internacional es la fachada que encubre esa realidad.
Hace año y medio, el presidente de los Estados Unidos anunció la “normalización” de las relaciones entre Washington y La Habana, justificándola bajo el argumento de “empoderar” al pueblo de Cuba. Luego viajó a la ruinosa “maravilla” habanera, para allí continuar con su teatral obra dando un discurso lleno de expresiones concurrentes con las demandas de derechos y libertades de la oposición, reuniéndose luego con algunos destacados opositores para después asistir a un partido de pelota con el dictador cubano de turno y su séquito de esbirros.
Pero mientras el espectáculo se desarrolla ante el público, tras bastidores se maquina un entretejido de convenios y acuerdos que, a medida que vaya pasando el tiempo, irán aflorando a la luz, dejando ver el lado oscuro de este contubernio.
Ya hay algunas señales que nos indican el curso pautado por ambos gobiernos a ambos lados del Estrecho de la Florida y que nos permiten ir haciendo ajustes en las estrategias y métodos de lucha –ajustes, no rendiciones y ni claudicaciones– y prepararnos para los eventuales escenarios futuros de la lucha por la libertad de Cuba.
Del lado estadounidense, vemos cómo se eliminan restricciones para viajar a Cuba, se establecen acuerdos de cooperación en cuanto a seguridad entre funcionarios de la Seguridad cubana y el US Department of Homeland Security. Varios funcionarios federales y estatales de alto nivel visitan Cuba para tener reuniones con vistas a proyectos de cooperación entre ambos países.
La embajada norteamericana en La Habana empieza a restringir las visas a opositores –por ahora a algunos de bajo perfil– que desean reunirse con el exilio cubano en el exterior, mientras concede visas de visita a funcionarios destacados del Partido Comunista de Cuba, como la recientemente otorgada al exembajador de Cuba en la ONU y expresidente del pseudoparlamento cubano, Ricardo Alarcón, para que se reúna en Puerto Rico con los extremistas antinorteamericanos y dirigentes comunistas en San Juan.
En hechos concretos: más de 94 000 ciudadanos americanos han visitado Cuba entre enero y mayo de este año. Media docena de gobernadores de distintos estados han ido también a la Isla, entre ellos el gobernador de Puerto Rico. Más de una docena de congresistas y senadores federales han visitado, Cuba reuniéndose con la cúpula gobernante.
Asimismo, altos funcionarios de corporaciones multinacionales estadounidenses han viajado a la Isla para reunirse con funcionarios cubanos, con vistas a abrir negocios allí. Las líneas aéreas de EE.UU. se aprestan a regularizar vuelos comerciales, los cruceros también se aprestan a viajar a la isla caribeña –de hecho la línea ‘Carnival’ ya los ha iniciado– y se planea el restablecimiento del servicio de ferris a La Habana.
Del lado cubano se hace lo contrario a la liberalidad mostrada por Estados Unidos. Los opositores dentro del país están sujetos a una fuerte y constante represión por parte del régimen dictatorial. Entre enero y mayo de 2016 se han producido 6 094 detenciones de opositores en Cuba.
En vez de fomentar la libertad comercial y de empresa, el régimen restringe y multa. De ese modo, unos 8 000 carretilleros, vendedores ambulantes de viandas y frutas, fueron confiscados y multados. Muchos cuentapropistas son acosados por policías e inspectores y sus negocios y productos acaban confiscados, y los que escapan al cerco tienen que pagar elevados impuestos (51% de sus ingresos) y multas altísimas que los estrangulan. Solo sobreviven y progresan algunos negocios que están en manos de personas vinculadas a la alta jerarquía del régimen.
Mientras el gobierno americano liberaliza las visitas a Cuba, la dictadura cubana restringe de forma discriminatoria la entrada a los nacionales cubanos y limita las salidas de ciertos opositores que tienen restricciones por razones políticas a un solo viaje al exterior, como los casos de Oscar Elías Biscet o José Daniel Ferrer; o simplemente se las deniegan, como le acaba de suceder a Berta Soler.
La dictadura discrimina y viola derechos humanos a los cubanos en el exterior, obligándolos a sacar una visa (que con cínico sofisma el régimen llama “permiso de entrada”) para poder viajar a su propio país.
Mientras los funcionarios castristas viajan a reunirse con los procastristas en el exterior, algunos de ellos vinculados con el extremismo de izquierda en Estados Unidos, a la oposición exterior cubana no se les permite reunirse en Cuba para fines políticos de oposición con los opositores de la Isla, so pena de ser encarcelados.
La cúpula del poder en Cuba se reúne con los inversionistas americanos para procurar jugosos negocios y dividendos para sus cuentas en paraísos fiscales (véanse los Papeles de Panamá), al tiempo que el pueblo de Cuba pasa hoy por un aumento en la escasez de alimentos y productos básicos, incrementándose así las penurias y la miseria del cubano de a pie.
Entonces preguntamos: ¿A quién empodera esta política de ‘normalización’ de relaciones con Cuba? Se cae de la mata. Empodera a la oligarquía gobernante y contribuye a oprimir y encadenar más al pueblo cubano. Esa es la realidad que están produciendo las conversaciones tras bastidores y el efecto que está generándose con el acercamiento Washington-La Habana.
Pero pudiera haber más encadenamientos al pueblo cubano en el mediano plazo. Todo dependerá del curso que tome la nueva administración en la Casa Blanca, tras finalizar el mandato presidencial de Barack Obama.
De asumir el gobierno un presidente afín con la política nueva, los Estados Unidos levantarán el embargo y cerrarán las puertas a la oposición cubana en el exterior, para impedir que sus acciones políticas contra el régimen de los hermanos Castro puedan afectar la “normalización”. Dependiendo de la posición respecto a Cuba que adopte el nuevo mandatario y de continuar con la nueva política de acercamiento con la dictadura castrista, podríamos esperar medidas asfixiantes y limitantes para debilitar el exilio militante.
Para hacer memoria, debemos recordar que una vez Washington nos ayudaba en la lucha para liberarnos de la tiranía, hasta un día en que acordaron con la URSS el Pacto Kennedy-Kruchev, y desde entonces fuimos perseguidos. A partir de ahí, existió y aún existe en cárceles americanas un presidio político de luchadores cubanos por la libertad de Cuba en el exilio, como es el caso de Eduardo Arocena.
La política internacional no tiene amigos, solo intereses. Y a tenor con los actuales intereses a uno y otro lado del Estrecho de La Florida, hemos de prepararnos para confrontar, desde una fuerte acción política unitaria del exilio y la oposición interna, el incremento de esos lazos que ya empiezan a contribuir a empoderar y afianzar la oligarquía opresora, a costa de encadenar las aspiraciones de libertad del pueblo, mientras el régimen dictatorial se encamina cautelosamente hacia su mutante implementación de un modelo criollo de capitalismo de Estado a lo vietnamita.