NUEVA YORK, Estados Unidos, enero -El temor a un estallido social, aprovechando la reunión de la CELAC, puede que haya hecho que el régimen cubano tomara medidas represivas mucho mayores que con la visita del Papa, en marzo del 2012.
Y es que “la procesión va por dentro” en el pueblo cubano.
Se percibe en las deserciones de los deportistas cubanos, quienes cuando pueden, se escapan a la tierra del Enemigo.
Se comprueba en el éxodo constante de los balseros.
Se vislumbra en los rostros preocupados del pueblo tratando de adquirir lo indispensable para poder vivir y en los reclamos, ya sin el temor de antes, ante las diarias injusticias.
Se demuestra en la angustia de miles de humildes comerciantes, que tratan de mantener con sus ventas a la familia.
Se comprueba en el estallido de los cuentapropistas de Holguín, quienes recibieron el espontáneo apoyo del pueblo.
Frente a todo este peligro el régimen de Raúl Castro no corrió riesgos y redobló la represión al máximo, con ocasión de la Cumbre de la CELAC.
Asimismo, el gobierno de La Habana no iba a permitir las marchas y protestas de la disidencia. Por esto persiguió, encarceló y colocó bajo arresto domiciliario a más de 250 opositores, varios días antes de iniciarse el cónclave de La Habana.
Raúl Castro y los miembros de la cúpula gobernante han querido mostrar una Cuba sin problemas a los visitantes, secuestrando para ello a la disidencia.
Es como el viejo chiste del sofá. Lo que ha hecho La Habana -como el marido engañado- es esconder el mueble.