SANTIAGO DE CHILE.- Fervor de los fieles, matizado con protestas y enorme auge en turismo son los aspectos más destacados de la visita de tres días del papa Francisco a Chile.
Los chilenos han llenado los sitios por donde ha pasado el Pontífice y los feligreses han tenido días feriados para celebrar el encuentro con la máxima figura de la Iglesia católica.
Los laicos y grupos de ultraizquierda han protestado por la visita. Para completar su bando, se les ha unido los que han sido objeto de abusos sexuales por parte de sacerdotes.
Abusos sexuales
El problema resurgió cuando un obispo, Juan Barros, participó en la Misa conjunta que el papa ofició en un Parque de Santiago.
Barros no participó en los abusos, pero se le achaca que encubrió los atropellos sexuales contra menores cometidos hace unos años por el cura Fernando Karadima.
Fernando Salvador Miguel Karadima Fariña fue un sacerdote católico chileno, suspendido de por vida en su magisterio religioso.
En 2010 se dio a conocer a la opinión pública la existencia de una serie de denuncias en su contra por abusos sexuales contra niños. El proceso civil, que había sido inicialmente archivado, fue reabierto luego de que en el proceso canónico paralelo, entregado el 16 de enero de 2011, fuera declarado culpable de abusos sexuales contra menores con violencia y abuso de su potestad eclesiástica.
La Santa Sede rechazó la última apelación de Karadima, confirmando su culpabilidad por los cargos de pedofilia y efebofilia
El cura violador
Cuando tenía 12 años, el arquitecto Juan Pablo Zañartu tuvo que confesarse varias veces con el sacerdote Fernando Karadima en la parroquia El Bosque. Recuerda que el religioso se sentaba con las piernas abiertas y él se tenía que poner de rodillas entre ellas, muy cerca del pecho del cura. Éste inclinaba su cabeza y Zañartu podía sentir la respiración del hombre en su oreja. En esa posición, el sacerdote le preguntaba si se masturbaba y qué fantasías sexuales tenía.
Su peor experiencia en El Bosque, sin embargo, la tuvo con otro sacerdote: Raúl Claro Hunneus, hijo de la destacada narradora chilena Marcela Paz, autora de Papelucho. Zañartu acusa que en dos ocasiones Claro lo invitó a su pieza, se tendió en la cama y desde allí le dijo: “Juan, ven y abrázame”.
Para lograr la reapertura de la investigación, los principales acusadores de Karadima —James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Murillo— insistieron ante la justicia sobre la existencia de antecedentes de otros abusos que este sacerdote cometió hasta 2010. En ese contexto, la denuncia de Zañartu, que judicialmente está prescrita, tiene un gran valor: fija un inicio, un punto de arranque, y transforma los momentos atroces narrados por los denunciantes en partes de un patrón de comportamiento perverso que se extendió en total impunidad al menos durante cincuenta años. Medio siglo en los que El Bosque y su párroco fueron considerados por el Arzobispado de Santiago y la Nunciatura, que mantenía lazos estrechos con Karadima, como un ejemplo a seguir. Mientras los fieles repletaban su templo y confiaban a sus hijos a la formación de la Acción Católica de El Bosque, en los pasillos y dependencias de la parroquia se vivían otras historias en un mundo cerrado y secreto.
Así lo piensa Zañartu: “Debe haber muchas más víctimas. Yo soy el único de los años 60 que hablé, pero ¿y qué pasó en los ‘70?”. James Hamilton y Juan Carlos Cruz son algunas de las víctimas de los ‘80. José Andrés Murillo y Fernando Battle, algunos de los abusados en los ‘90. Faltan relatos y testimonios de eventuales abusos cometidos en las décadas más recientes, los que, de haber ocurrido, podrían estar contenidos por un dolor y una vergüenza que están más frescos. Si en años recientes hubo víctimas, como creen los denunciantes, esos abusos no estarían prescritos y los afectados serían muchachos menores de 25 años. El testimonio de Zañartu es interesante también porque acusa la existencia de otros sacerdotes actuando en estos ilícitos con Karadima. Y revela una vez más la violación del secreto de confesión perpetrado por Karadima, tal como lo testimoniara Juan Carlos Cruz. Zañartu cree, por ejemplo, que lo que él le confesaba a Karadima terminaba sabiéndolo Claro y éste lo usaba para lograr sus propósitos.
Hay un hombre que jugó un rol central en la vida de Karadima que puede ayudar a explicar parte de las dudas que hoy se acrecientan en torno a la historia de El Bosque. Se trata de Alejandro Hunneus Cox, un prestigioso y acaudalado sacerdote que vivió entre 1900 y 1989 y que tuvo una enorme influencia en la Iglesia católica chilena en los años 50. Fue Hunneus quien formó como sacerdote a Karadima y lo preparó para que fuera su sucesor. Durante muchos años Hunneus pensó que Karadima era un hombre excepcional. Hunneus era un hombre piadoso y casto, al punto que unos de sus orgullos era que jamás había tocado su castidad, según contó a CIPER Alejandro Devés, ex seminarista que lo cuidó hasta sus últimos días. Según recuerda el sacristán de El Bosque Mariano Cepeda, el sacerdote era famoso por su generosidad: todas las semanas en la puerta de la parroquia se juntaba una larga fila de gente de escasos recursos que esperaban su limosna y su bendición.
Testigos de aquella época afirman que durante los años 50 y 60 Karadima pasaba muchas horas hablando con Hunneus en su pieza del primer piso, frente al jardín. Hunneus parece haber valorado sus dotes para expresase en público, pues en la prédica desplegaba un innegable magnetismo. Por otra parte, Karadima era sobrino de un obispo y, aún mejor, había estado cerca del Padre Hurtado. Al parecer, Karadima lo convenció de que había sido discípulo y secretario de Hurtado. “Para monseñor Hunneus tener a Karadima en El Bosque era como tener en un equipo de fútbol a alguien que había jugado con Pelé”, explica Deves. Pero Karadima no era Pelé ni había jugado con él. Ni siquiera, dice Deves, fue agradecido con Hunneus. Cuando el fundador envejeció y se volvió senil, Karadima lo hizo objeto de su burla constante. “Lo imitaba y nos hacía reírnos de él”, recuerda Juan Carlos Cruz. Hunneus, extremadamente alto y delgado, se paraba con los pies abiertos, como si sus grandes zapatones indicaran siempre la misma hora: las diez y cuarto. En sus últimos años estaba relegado en su pieza, aunque a veces se lo veía deambulando por su parroquia, con su sotana larga hasta el suelo y sucia de comida, dando voces, como un fantasma, con su voz gutural: “¡Karadima, hay que amar al Padre, Karadima!”.
El arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, dio a conocer la resolución de la Iglesia que confirmó la condena, que consideró a Karadima culpable de abusos sexuales y psicológicos reiterados.
Barros fue discípulo de Fernando Karadima, pero para muchos chilenos encubrió las acciones de su mentor, quien abusó de menores cuando era el titular de la parroquia El Bosque, en un sector de clase pudiente de la capital chilena.
La justicia ordinaria también enjuició a Karadima y lo encontró culpable, pero no lo condenó porque los delitos habían prescrito.
El papa y las disculpas
“Quien calla otorga”, dice Marta Arriagada, una católica santiaguina quien se mostró indignada con el “cuasi silencio” de la Iglesia católica y en especial hoy, con la visita del papa a Chile.
“El daño físico y emocional recibido por los niños es irreparable y no se puede medir con palabras”, señala Juan Carlos Claret, portavoz de los afectados por abusos sexuales.
Además, señala Claret, el papa se quedó corto en su disculpa, ya que los chilenos no olvidamos cuando rechazó las justas quejas hace dos años por el caso y calificó las reclamaciones como provenientes de “tontos” y “zurdos”.
“El papa Francisco —quien tiene una llegada estrecha en lo que a comunista se refiere, entre ellas simpatías para los Castro y bendición para Nicolás Maduro— mal puede calificar de ‘zurdos’ a los que protestan los abusos de la iglesia”, dice Eugenia Acuña, una ama de casa santiaguina.
Las protestas frente a la actitud pasiva de la Iglesia católica han seguido al papa en su recorrido por Chile, con pancartas que dicen: “Ni zurdos ni tontos. Osorno sufre”.
Juan Barros fue designado en marzo de 2015 obispo de la sureña ciudad de Osorno, donde hasta hoy es rechazado por una gran parte de los fieles, que le acusan de haber encubierto los abusos de Karadima.
Turismo
A Chile han llegado miles de turistas, especialmente de Argentina, país natal del papa Francisco, pero que no figura en la agenda del periplo del Pontífice en este viaje.
La ocupación hotelera en las tres ciudades donde el papa oficiará misas masivas está llegando a su tope. Son Iquique en el Norte, y Santiago y Temuco en el sur del país
Entre el 1ro y el 14 de enero, según autoridades argentinas, habían pasado por el Cristo Redentor 130 000 argentinos, y se esperaba que el número se doblara entre hoy y mañana.
El papa seguirá viaje a Perú, donde se espera que lo acojan multitud de fieles y menor controversia que en Chile.