MIAMI, Estados Unidos.- El plan de trabajo anual aprobado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel el pasado 7 de marzo incluye el restablecimiento de relaciones diplomáticas con cuatro naciones latinoamericanas. El primer nombre que las noticias resaltan de ese listado es el de Cuba, a la que siguen Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Desde que Estados Unidos restableció las relaciones con el gobierno de la vecina Isla, las declaraciones de dirigentes políticos israelíes y cubanos hacen prever que los nexos rotos por La Habana en 1973 pudieran reanudarse en un plazo breve. Recientemente desde Tel Aviv reconocían que allí no tenían problemas con Cuba, a pesar de la ruptura y del posicionamiento absoluto de la Isla con la parte palestina. Incluso aclararon que el sempiterno voto favorable al mantenimiento del bloqueo contra la Isla era solo un gesto de apoyo solidario con su gran aliado norteamericano. Gesto que a punto estuvo de dar un giro completo tras los encontronazos entre las administraciones de Obama y Netanyahu en la ONU.
Que la normalización de relaciones se convierta en una realidad es una posibilidad que cada vez parece hacerse más cercana. El obstáculo aparente que impediría este hecho, el apoyo cubano a la causa palestina, carece de la fuerza que tuvo en su momento. La otra razón, vinculada al protagonismo de Castro en el liderazgo de los No Alineados y en menor medida a las estrechas relaciones con la URSS, dejó de existir hace muchos años, desde que Rusia decidió renunciar a la confrontación con Israel e incluso cuando en los viejos tiempos del Campo Socialista, Polonia y Rumania tenían lazos diplomáticos con el estado israelí, a pesar de la órbita soviética en la que gravitaban.
La historia breve de acercamiento entre el Estado judío y el Gobierno Revolucionario establecido en Cuba data del mismo 1959, cuando el primero abre una representación diplomática. Ricardo Lobo Subirana, judío alemán asentado en Cuba que ayudó en la lucha contra Batista, fue nombrado embajador ante Israel. Aunque en Cuba no se habla mucho de aquellos vínculos, se sabe de la intensa colaboración de aquel país en el campo agrícola, sobre todo en lo relativo al desarrollo citrícola de la nación caribeña. No pocos aseguran que existen muchas similitudes en la manera de concebir el sistema de cooperativas y la idea de la defensa organizada a niveles populares sin excluir edades y géneros. Expertos en organizar los kibutz, modelo hacia el que Castro no ocultó su admiración, acudieron en misión cooperativa en 1960.
Tras la ruptura no faltaron momentos de cercanía según ha ido trascendiendo con el tiempo. Es el caso de Rafi Eitan, ex oficial del Mossad y ministro de gabinete hebreo que en los últimos años ha desarrollado a manera personal vínculos no formales en reglones de bienes raíces, agricultura, turismo, industria y comercio. A raíz de ocurrir la desaparición física de Fidel Castro declaraciones hechas por personalidades importantes de la nación judía dejan ver que no todo era desencuentros. Por ejemplo, Netanyahu reconoció que el gobernante cubano nunca negó el derecho a existir de Israel como estado y que siempre fue crítico de aquellas posturas que negaban el Holocausto. Igualmente ha subrayado aquellas manifestaciones del Comandante en las que decía admirar la resistencia del pueblo judío ante imperios y sistemas que pretendieron liquidarles como nación y su fuerza para subsistir a pesar de persecuciones y progromos. Declaraciones que en su momento contaron con el reconocimiento de Shimon Perez y que se diferenciaron de otras radicales, como aquellas palabras de Hugo Chávez, quien llegó al extremo de lanzar una siniestra maldición contra Israel. Una actitud contrastante con la de Castro, mucho más comedida en los discursos de respaldo a su amigo Arafat y a la lucha de sus aliados palestinos.
Las dudas sobre la proximidad del restablecimiento de relaciones entre Cuba e Israel pudieran verse clarificadas a través del espejo de un hecho verificado recientemente en el terreno diplomático. Ocurrió con la discreta estancia en La Habana del monarca marroquí Mohamed VI. Una visita poco divulgada que tuvo el rápido fruto del restablecimiento de las relaciones entre ambos países. La reparación de una amistad en conflicto desde 1963, cuando el imberbe gobierno revolucionario decidió solidarizarse con Argelia en la llamada “guerra de las arenas”, y que llegó al punto de ruptura total en 1980 por el respaldo abierto de los cubanos a la causa saharaui y al Frente Polisario, brindando apoyo militar, adiestramiento o amparo territorial a refugiados y estudiantes de ese territorio. Treinta y siete años tuvieron que transcurrir, y algunos meses de la muerte de Fidel Castro, para que se normalizan los nexos diplomáticos con Marruecos. Mostrando el pragmatismo político que le diferencia de la radicalidad que caracterizaba a su hermano mayor, el General Castro no dudó en reunirse con Brahim Ghali el actual líder saharaui para brindarle su respaldo y solidaridad sin que ello afecte el desarrollo de relaciones amistosas y de cooperación con Rabat.
Volviendo a la realidad del Medio Oriente, escenario principal de los enfrentamientos entre árabes e israelíes, se observa que allí las cosas tampoco marchan muy bien en el patio interno palestino. Las divisiones y enfrentamientos entre Al Fatah y los islamistas de Hamas saltan a la vista en las páginas noticiosas. Las diferencias entre la moderación del gobierno establecido en Cisjordania y el radicalismo de los que dominan en la franja de Gaza crea una situación difícil para quienes apuestan por el apoyo a la causa palestina en su derecho a tener nación propia. Un hecho ocurrido por estos días en que La Habana y Marruecos daban el paso de acercamiento, ofrece una idea sobre el asunto y deja abierta las puertas para que se produzca un movimiento positivo de la misma índole entre Cuba e Israel.
La noticia daba a conocer la aprobación por parte del Gabinete de Seguridad del Gobierno de Israel al pedido hecho por el presidente palestino Mahmud Abbas al premier Benjamín Netanyahu para que la parte israelí redujera a un mínimo el suministro eléctrico a la Franja de Gaza. La negativa de Abbas a seguir sufragando la parte que le corresponde para que sus hermanos de Gaza tengan electricidad, ha sido vista como una manera de presión contra el movimiento islamista Hamas, que controla aquel territorio desde el 15 de junio de 2007, cuando asumió el poder y expulsó a las fuerzas leales al presidente palestino y a su partido nacionalista. Desde entonces, las pugnas y enfrentamientos no han cesado y el corte eléctrico sería un episodio más dentro de la compleja división política y territorial que existe en Palestina. Un contexto donde se resulta paradójica la postura israelí de seguir dando un mínimo del servicio para que la situación no afecte en extremo a la población que habita en la zona controlada por Hamas.
Con esos tiros, nada hace pensar que no estemos al punto de ver nuevamente ondear la bandera de la estrella de David en una sede diplomática en la capital cubana, sin que ello signifique que se deje de respaldar el derecho del pueblo palestino a la coexistencia como nación, o que el condicionamiento de ese apoyo deba afectar el desarrollo de unas relaciones abiertas, mucho más constructivas para un diálogo de paz, que disten de la tirantez que se reflejaba en la presencia de aquella discreta locación consular situada en un edificio de la calle Marina a un costado del Parque Maceo, tal como la recuerdo en mis memorias de temprana adolescencia.