
SONORA, México.- Cuenta la crónica de Milenio, acerca de uno de los dos recientes conciertos de Silvio en el Auditorio Nacional, México DF:
19:15 horas. Silvio Rodríguez sale al escenario. El Auditorio está casi lleno. (…) El público grita envalentonado por la oscuridad del lugar: “Viva Cuba, Viva Venezuela, Viva Silvio”.
En efecto, no se gritaba “Viva Cuba, Viva México…”, sino que se incluía a un tercer país entre los encendidos vítores del respetable. ¿Cabe pensar que la gente clamaba por la libertad de Venezuela, por los derechos de sus ciudadanos a manifestarse, por el cese de la represión a los estudiantes, por la renuncia del incompetente presidente…? No, no lo creo.
Los seguidores de Silvio Rodríguez, sus fans de toda la vida, probablemente no han perdido la pista a las desafortunadas opiniones que el cantautor ha vertido en su blog Segunda Cita sobre el particular. Conocen el apoyo incondicional del trovador al régimen chavista, y de todo corazón quisieron solidarizarse con él, conviniendo en que Venezuela en estos momentos forma parte indisoluble del fenómeno “revolución cubana” y que no existía mejor oportunidad que aquella para expresar una devoción casi religiosa; incluso dar vivas a Venezuela sin aparentemente venir al caso. Podríamos dar por sentado que esa “Venezuela” es “el madurismo”, tanto como los vivas a Cuba no son exactamente para Cuba sino para el gobierno castrista, ese que del cual Silvio Rodríguez resultó fiel edecán, pero es obvio que para el público del Auditorio Nacional dichas fronteras ideológicas no andaban tan claras aquella noche trovadoresca.
Desde una casa gigante se sufre también
Muy lejos está Silvio Rodríguez de aquel muchacho problemático que fue en los setenta, y desde hace mucho ya no vive en aquel pequeño apartamento en el que compuso tantos temas inmortales. Ahora sus ganancias lo colocan entre las cuentas bancarias más gruesas de Cuba y en la planta alta de su amplia residencia presume del estudio de grabación mejor equipado del país. Se va de vacaciones libremente a donde quiere, y la aduana siempre lo consiente con cero impuestos para sus costosas importaciones personales.
Su dineral ha sido bien ganado, eso nadie lo duda. Los derechos de autor son tan legítimos y sudados como cortar caña. No tan exiguos, se entiende. Pero igual de fidedignos.
El meollo del asunto está en que desde un mantel importado y un vino añejado Silvio sufre también por el pueblo venezolano. Es decir, por el polit bureau venezolano, que para él es la misma cosa. El pueblo venezolano está en las calles ahora mismo protestando contra el régimen madurista, recibiendo balazos de la policía y del ejército, pero para Silvio ese no es exactamente el pueblo, sino – siguiendo el verso oficialista – una minoría de la derecha fascista que busca dar un golpe de estado a un presidente democráticamente elegido por la mayoría: la mitad “mayoritaria” a la que se refería Maduro hace meses, se entiende.
Ya Silvio había tenido la finura de dedicar un tema a Nicolás, en un concierto en Lima, hace casi un año. El Necio, sin más doble sentido que el que hubiese tenido para sí mismo – pues el tema habla de su propia postura política y esa vez adulando a un Maduro apenas coronado, cuando este aún no había aportado suficientes elementos a su famosa colección de disparates – fue la canción que le dedicó, abocado al “compromiso firme con los principios, pese a cualquier adversidad”. Eso fue lo que dijo.
Silvio ha estado agitando pañuelos a la tropa solar del manifiesto marxista y la historia del hambre, ha aplaudido a la caravana en harapos de todos los pobres – aunque tomándose la licencia de trastocar a “los pobres” por “los pobres incomprendidos y calumniados por el imperio, los pobres gobernantes castrochavistas” – siempre viéndolos combatir desde un amable festín.
La mascarada del pequeñoburgués
Conseguir gritos de apoyo para las causas del castrochavismo parece pan comido. México es un país que presume de una izquierda tan o más trasnochada y desinformada que la española o la argentina – que ya son mucho decir – con filas de creyentes irredentos que, aun teniendo al alcance un mundo de información en red para decantar y seleccionar sin prejuicios, prefieren seguir coreando las consignas dictadas desde una oficina del Comité Central del PCC y replicadas, sin cambiar ni una coma, en periódicos fieles como La Jornada. Una buena parte de este público está formado por activistas espirituales de la revolución y las guerrillas – otros, hay que reconocerlo, sólo son nostálgicos de los años setenta y ochenta, de los viejos casetes con Días y Flores, Unicornio y los Trípticos – y para ellos Silvio trae (de la mano de sus no menos capitalistas representantes) un programa de conciertos como para chuparse los dedos.
Nada de intimidad ni recato. Hay público en abundancia dispuesto a dispararse por enésima vez Ojalá, aunque provenga de una garganta mucho más aguardientosa que en décadas pasadas. Auditorio Siglo XXI, en Puebla, Auditorio Telmex, en Guadalajara; Baja California Center, en Tijuana; Explanada de La Sauceda, en Hermosillo, y la guinda del pastel: el Auditorio Banamex, en Monterrey. En la presentación programada para el miércoles 19 en Hermosillo, por ejemplo, el costo de las entradas oscila entre los 485 y los 1.800 pesos. El más barato, unos 40 dólares, mientras que el más caro se acerca a los 150.
Quizás Silvio no ignore – quién sabe a estas alturas, con décadas ignorando tantas cosas a propósito – que el boleto más barato para ir a verlo en La Sauceda, el de una sola persona que va a disfrutar de sus canciones desde un puesto bastante alejado, cuesta el doble que un salario medio mensual en la isla. El boleto sencillo para verlo de cerca cuesta lo mismo que la paga de un obrero cubano promedio en ocho meses.
Sumemos a eso su porcentaje de ganancias en el concierto completo de La Sauceda, agreguémosle cantidades similares en el resto de la gira, descontemos algunos impuestos y tendremos una cifra que ningún proletario cubano soñaría jamás tener delante, ni en cien vidas.
De hecho, aún está por verse si tendrá lugar el anunciado concierto gratuito en el Zócalo – es decir, de entrada libre, porque lo normal es que el gobierno del DF corra con el gasto de pagar los altos honorarios a las figuras populares, para el disfrute y entretenimiento de su cuantiosa población – dado que el propio Silvio en su página de Facebook desmintió el rumor sobre tal presentación. Lo que es seguro como un templo es el programa de conciertos bien remunerados, en varias de las ciudades más populosas del país.

Cómo fácil de apuntalar sale la vieja moral que se disfraza de barricada, así el bardo cubano recorrerá México una vez más, llevando su mensaje de amor hacia los gobernantes totalitarios del Caribe, reclamando ante las injurias que a diario reciben del imperialismo y sus lacayos, y también recibirá muchos vítores al pueblo venezolano que, por obra y gracia de la fe socialista, está feliz con su crisis económica, su escasez, su nueva libreta electrónica de abastecimientos y sus estudiantes asesinados.
Silvio contará bien sus chavitos para cubrir los gastos familiares, las vacaciones en Dominicana, aparatos de última generación para su estudio, jamón serrano y vinos de la misma calidad que los que manda traer de España su padrino el Comandante en Jefe… Quizás también hasta se despeine y le regale ropitas a la pobrecita hija del chofer.
Luego será relativamente fácil sentarse a escribir algo que invite a la acción contra tiranos, contra asesinos, contra la cruz o el poder divino, siempre al alcance de una buena cuenta en el banco y de un blog con internet a alta velocidad para reclamar por la justicia humana, aplaudir la represión “buena” de los compañeros castrochavistas y componer odas interminables a los caudillos del proceso redentor.
Viva Cuba, viva Venezuela, viva Silvio.