NUEVA YORK, Estados Unidos.- La orden es disparar, con la fuerza que dan las letras, toda la artillería pesada contra Obama y todas las instituciones que conforman los Estados Unidos.
Los órganos oficialistas del gobierno cubano, contenidos por las órdenes apaciguadoras del deshielo, hoy dan rienda suelta a toda una serie de artículos derogatorios contra el Enemigo del Norte, que en el mes de diciembre de 2014 había dado la mano a Raúl Castro, por segunda vez, ahora para sellar una nueva era de acercamiento entre las dos naciones.
Lo que pasa es que hay pánico en la cúpula gobernante y en el Partido Comunista por el peso de las palabras del presidente Obama, que se han dejado sentir en toda la Isla; y pese a que el discurso no llegó a la mayoría de los cubanos –muchos porque estaban trabajando a la hora en que fue pronunciado– la población se las ha arreglado para conocer su contenido que, incluso, según una cubana de la cual reservamos su nombre, se está vendiendo clandestinamente en algunos lugares a 1 CUC.
El gobierno de Raúl Castro se dio cuenta demasiado tarde de las implicaciones que las palabras “libertad” y “derechos humanos” podrían tener en las mentes de la ciudadanía. Y como esos hipnotizadores, que mueven como péndulo un reloj en conteo regresivo, está tratando de borrar todo lo que tuvo que ver con el viaje de Obama, su carisma y sus palabras a la población cubana.
Para contrarrestar el daño de la visita han salido múltiples artículos entre los que se destaca “El Hermano Obama”, atribuido a Fidel Castro y “Negro, ¿tú eres sueco?”, que publicó el periódico Tribuna de La Habana en el que recriminó a Obama por incitar a la “rebeldía y el desorden” en su discurso televisado desde el Gran Teatro de La Habana, en el que llamó a Raúl Castro a no temer “a las diferentes voces del pueblo cubano y a su capacidad de hablar, de reunirse y de votar por sus líderes”. Luego el autor se disculpó, pero la afrenta ya estaba hecha.
El gobierno de La Habana trata desesperadamente hoy de contener “el daño sicológico” en el pueblo y en las filas del mismo partido, producido por el viaje de Obama a la Isla. Demasiado tarde se dio cuenta del trastorno que hizo esa visita a las estructuras mismas de los dogmas de la revolución y para tratar de reparar ese deterioro ordenó artículos contra Obama y los Estados Unidos.
Al mismo tiempo está proyectando a rajatabla un nacionalismo pueril, centrado en las figuras de Fidel y Raúl Castro. La orden de cada día en la prensa oficialista es llenar los espacios con artículos y programas enfocados a describir, en la forma más negativa posible, a Estados Unidos y al presidente Barack Obama.
El diario Granma publica: “Esperábamos un discurso más serio”. Su autor, Omar González, expresa: “Esperaba que el Presidente de los Estados Unidos, en una visita histórica en 90 años, y la primera durante la Revolución, emitiera un juicio de valor o una disculpa, por mesurada que fuera, por tanta afrenta de los gobiernos que lo antecedieron. En cambio, lo que escuché fue un sermón bastante trivial donde se banalizaban la política y el capitalismo, al punto de que definió el sistema que impera en EE.UU. como de libre mercado, con lo que eludió llamar las cosas por su nombre. La intensidad de los aplausos devino un símbolo inequívoco de la identificación de la sociedad civil cubana con lo que representa Raúl.”
Otro artículo, titulado “¿Obama ‘el bueno’?” ridiculiza al presidente estadounidense y ensalza y canta loas a Raúl Castro: “No hay dudas: Obama es la cara gentil y seductora del mismo peligro. No se disculpó por los crímenes contra Cuba, no mencionó la base naval de Guantánamo, no habló de la Ley de Ajuste Cubano, no dijo por qué no hace más contra el bloqueo pudiendo hacerlo, y muchas otras increíbles omisiones. La visita de Obama es una victoria del pueblo cubano y de todos los pueblos de América Latina y del Caribe por lo que entraña el que los Estados Unidos de Norteamérica se hayan visto obligados a reconocer que se estrellaron contra nuestra dignidad y ahora optan por hacer un rodeo amañado. Hay que estar alertas. Obama terminó su visita a Cuba, fue –junto con su bella familia hacia la que los cubanos hemos sentido natural simpatía– recibido, tratado y despedido cortésmente por un pueblo y unas autoridades que hacen gala de su hospitalidad, respeto y disposición al diálogo sin imposiciones, pero cuyas mayorías saben bien el terreno que pisan y en las que bulle el espíritu soberano, martiano y fidelista, ese que coreó en el estadio latinoamericano: ‘Raúl, Raúl, Raúl…’.”
Una de las últimas crónicas, titulada “Qué futuro”, denigra a Miami y señala que “no hay ciudad ni vecindario en el sur de la Florida que se escape de la indignante trata de personas, desde las metrópolis con un mayor nivel adquisitivo como Coral Gables, Miami Beach y Hallandale hasta las más humildes como Homestead, centro neurálgico del tráfico laboral”.
Como se percibe, toda la nueva estrategia se debe a que sigue cundiendo, como un comején, el malestar en las filas de la nomeklatura y especialmente entre los miembros del partido Comunista de Cuba –de cara al séptimo congreso– y quienes han visto las consecuencias que pueda tener a la larga, en la psiquis del cubano, la visita de Obama a la isla.
El viaje de Obama ha sido como un huracán –que se sabía que llegaba pero no se valoró su intensidad– y ha estremecido los cimientos mismos del gobierno.
Ahora la cúpula gobernante y los miembros del partido comunista de Cuba revisan, temerosos, hasta qué punto se coló el agua, creándose amargos debates donde se culpan unos a otros por los estragos producidos por las palabras y presencia del mandatario estadounidense. Polémicas que trascienden las murallas que rodean la Isla.