NUEVA YORK, Estados Unidos.- El contundente triunfo del abanderado derechista Sebastián Piñera en la segunda vuelta, demostró que los chilenos quieren seguridad antes que nada y optaron por el candidato que les prometía la confianza en mantener los estándares de prosperidad que vive el país, luego del regreso de la democracia.
La lección de respeto a la democracia de la nación andina quedó demostrada con los centros electorales, que cerraron precisamente a la hora y se comenzó de inmediato la contabilización de los votos en forma pública.
Al poco tiempo y después de contabilizado un 0,25% de las mesas, ya se sabía que Piñera ganaría las elecciones.
Un duro contraste con otras naciones, donde el fraude incluso comienza en las mismas máquinas de votación; o como en Honduras, donde las disputas se prolongan y no terminan de dar un ganador.
En la derrota de Alejandro Guillier fue contraproducente el agresivo intervencionismo oficialista del gobierno desde La Moneda en su favor.
Guillier y el partido socialista ―encabezados por la propia presidenta Michelle Bachelet― cometieron el error durante la campaña del abanderado, de mostrar visibles simpatías por figuras de la ultra izquierda internacional adoptando sus lemas contra el capitalismo.
Las duras frases de Alejandro Guillier de “le meteremos la mano en el bolsillo a quienes concentran el ingreso”, que es idéntica a lo que declaró Nicolás Maduro en uno de sus programas dominicales, calaron hondo e hicieron meditar a muchos electores sobre un futuro donde la economía iba a estar centrada en una lucha de clases, en momentos en que el país tiene un auge en su prosperidad debido al aumento del precio del cobre, una de sus principales fuentes de ingreso.
Otro error garrafal fue la presencia, en el cierre de la campaña de Guillier, de José “Pepe” Mujica ―el expresidente del Uruguay y exguerrillero Tupamaro― y decir que con su presencia se señalaba el camino por dónde se debía ir… “ayuda a esa fuerza del cambio que nos ayude a derribar a una derecha conservadora que no tiene futuro para Chile”.
Los chilenos no quisieron ser otra Cuba y el espectro de Venezuela estuvo presente en cada voto depositado por Piñera.
Como dice el analista chileno-venezolano Antonio Sánchez García desde Caracas, el triunfo de Piñera fue “la mayor evidencia de que los chilenos castigaron la retroexcavadora, la insistencia en el rencor y la venganza ante ofensas pasadas, así como el radicalismo inducido desde las filas del Partido Comunista, en primer lugar, pero también desde sectores del Partido Socialista y la nueva ultraizquierda emergente en la figura de la periodista Beatriz Sánchez y el Frente Amplio, esa extraña y cosmética alianza con color y sabor al Podemos de Pablo Iglesias, exigiendo ponerle punto final a la aventura reformista del bacheletismo que ha tenido al exitoso país austral guindando de la cuerda floja, estancada su economía y privándose del importante aporte del inversionismo extranjero”.
Asimismo, el nuevo presidente de Chile, Sebastián Piñera, además de ser un sagaz empresario, ha probado su fuerte apoyo a la democracia internacional y junto con Mauricio Macri de Argentina formarán un buen binomio que asumirá la defensa de las causas de libertad y democracia en el hemisferio.
Y es que el voto de confianza de los chilenos no solamente asegura un buen porvenir para la nación sudamericana sino que también afianza la lucha por una vuelta a la democracia de Venezuela e ilumina el camino de otros países de la región en sus propias batallas.