MIAMI, Estados Unidos.- El juglar de la opresión. Este es Silvio Rodríguez. El más talentoso de los cantautores cubanos. Un hombre con un raro privilegio. Toda vez que ha establecido su personal medida en un metro universal. El metro del juglar de la opresión. A lo largo y ancho del registro. El patrón Silvio.
En el panorama de una clase artística que nada entre dos aguas (o que más bien nada en las aguas de La Habana y pesca en las aguas de Miami), Silvio destaca por su cínica coherencia. Cuando se trata de servir a la dictadura, y a las franquicias de la dictadura en América Latina, Silvio no falla. Perfecta muestra de que en algunos contextos la abyección puede aspirar al mérito.
Ahora Silvio la emprende con los venezolanos que llevan más de dos meses, a un muerto por día, tratando de evitar el asalto final del chavismo contra lo poco que ya restaba de la institucionalidad democrática. Ahí está, en su blog Segunda cita. Esos niños que salen a pelear a puño limpio contra los blindados de la Guardia Nacional, esas ancianas de los barrios humildes, esos trabajadores, esos médicos que piden medicinas para los enfermos, son la burguesía. Los últimos representantes de un oprobioso pasado. ¿De veras, Silvio? ¿Así que esa formidable, solitaria, suicida rebelión de los demócratas venezolanos es el fastidioso pataleo de la burguesía frente a un brillante futuro encarnado por Nicolás Maduro, Hugo Chávez, Fidel Castro?
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