WASHINGTON, Estados Unidos.- El presidente iraní Hassan Rouhani suspendió su almuerzo con François Hollande porque no quiso retirar el vino de la mesa. Esta noche, en cambio, el mandatario francés no tocará con Raúl Castro el tema de las violaciones de derechos humanos en Cuba, para evitar agraviar al visitante. Un gesto que terminará afectando la imagen de Francia, mucho más que haber prescindido de una copa de tinto.
Frente al líder de la poderosa nación, con un polémico programa nuclear, las autoridades galas no quisieron privarse de uno de los símbolos de su identidad. Pero ante el General que no permite la oposición ni la prensa independiente en su país, los anfitriones bajarán el tono de los requerimientos democráticos, algo similar a cuando Roma tapó la desnudez de sus estatuas para agradar al mismo Rouhani.
En la patria de “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, desaprovechar la visita oficial de Raúl Castro y no exigirle una apertura democrática sería una una decepción mayúscula. No convence el argumento de una fuente del ejecutivo francés que ha declarado que la cuestión de los derechos humanos “siempre está presente”. Es el momento para arrancarle al octogenario caudillo un compromiso de apertura democrática en la Isla a corto plazo.
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