MIAMI, Estados Unidos.- Los obispos cubanos van a Roma. Les toca cada cinco años. La visita Ad Limina Apostolorum. Se postran ante las tumbas de Pedro y Pablo y luego presentan al Papa sus proyectos, sus logros, sus obstáculos. El Papa, a su vez, los instruye de sus órdenes, sus expectativas y, de ser necesario, los regaña. Para explicarlo a los cubanos atrapados en la epistemología del castrismo: la visita viene a ser como el plan quinquenal del Espíritu Santo.
A propósito de la oración, San Juan Pablo II decía que había que pedir de todo. Tiene sentido. Si admito la participación de Dios en cada aspecto de mi vida, es lógico que le invoque por igual en lo concerniente a la salud de los míos, la paz de los muertos y las funciones de mi auto. Estos son los vínculos determinantes de la fe. La certeza, no falsa por indemostrable, de que el Creador del Universo, la mano que puede hacer girar cien millones de estrellas en torno a un hueco de pura nada, te ha concedido la curación de un primo y la solución al problema del radiador.
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