EL PAÍS (España).- Uno tras otro, los tótems de las izquierdas latinoamericanas caen como piezas de un dominó que avanza inexorable. Hay que hablar de izquierdas, porque diferentes son los proyectos políticos que han encarnado el chavismo, el kirchnerismo, el PT brasileño o Evo Morales. Pero es una evidencia cristalina que gran parte de las formaciones soi-disant progresistas del subcontinente, que han dominado la escena durante una década larga, oyen lúgubres campanadas.
El chavismo, que lleva Venezuela rumbo a una hiperinflación de memoria zimbabuense en medio de tasas de criminalidad pavorosas, sufrió una contundente derrota en las últimas legislativas; el kirchnerismo ha sido desalojado de la Casa Rosada; Evo Morales ha cosechado un claro no a su deseo de perpetuarse en el poder; incluso Michelle Bachelet ve grietas como cañones abrirse en su antaño impoluta reputación debido a los manejos de su hijo; ahora, el proyecto político empezado por el carismático Lula, proseguido por Rousseff y admirado en su momento por medio planeta sufre su propio Armagedón, con el impeachment viento en popa y el país entero que se hunde en el hielo de la recesión y el barro de la corrupción.
¿Qué produjo este Ocaso de los dioses (Götterdämmerung, cuarta y última ópera del ciclo del Anillo del Nibelungo) de dramatismo wagneriano? Obviamente, cada caso tiene sus explicaciones particulares. Pero es posible trazar algunos comunes denominadores.
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