MIAMI, Estados Unidos.- Hace tiempo que aprendí, por experiencia propia que reforzaron lecturas juveniles, como la de Primo Levi, que hay gobiernos, personas y pueblos enteros que ven a los extranjeros como enemigos. El origen de ese prejuicio es la dificultad que tiene mucha gente para ser solidaria con el sufrimiento de los demás. Ese prejuicio justifica las peores crueldades contra aquellos que nos parecen diferentes. Y subyace a la campaña que se ha desatado en contra de los cubanos que hoy huyen de Cuba por cualquier vía con el objetivo primordial de recuperar la humanidad que les niegan en su país. Ningún observador informado se asombrará de que esos compatriotas estén sufriendo maltratos por parte de su gobierno, que en definitiva de eso vive. Pero lo que ahora presenciamos con estupor e indignación es que otros gobiernos y personas también se sienten autorizados a vejarlos, ignorar sus vicisitudes y declararles indeseables. Y que entre quienes así los rebajan se encuentran otros cubanos que viven con libertad en sociedades prósperas.
Además de la espantosa dictadura de la familia Castro, el gobierno del presidente Obama, con su torpe componenda con La Habana, ha alimentado la desesperanza que impulsa a miles a escapar de Cuba en condiciones riesgosas. Ahora Washington guarda silencio mientras familiares, activistas y líderes del sur de la Florida le piden ayuda humanitaria para los cubanos varados en Centro y Suramérica y para aquellos que llegan a tierras norteamericanas venciendo numerosos obstáculos. El gobierno de Obama pretende más bien endurecer las leyes que tradicionalmente han acogido a los cubanos que escapan de la opresión y la miseria, incluyendo la probable anulación del Programa Parole para Profesionales Médicos cubanos que instaurara el presidente George W. Bush. Como pretexto cita supuestos avances en las relaciones bilaterales, supongo que para no confesar que se trata de otra concesión unilateral al régimen de La Habana, el cual necesita continuar explotando como esclavos a profesionales de la medicina.
Para colmo, dos legisladores cubanoamericanos, situados en las antípodas ideológicas del presidente Obama, auspician un proyecto de ley que perjudicaría a los cubanos en su afán de recuperar la dignidad humana perdida. El proyecto de Marco Rubio en el Senado y Carlos Curbelo en la Cámara de Representantes se propone frenar los excesos que algunos cubanos cometen con los beneficios que les da Estados Unidos. Nadie ha documentado seriamente el alcance de tales excesos. Como ejemplo se cita un reportaje pobremente sustentado del Sun Sentinel, basado en fuentes secundarias y en los típicos dimes y diretes de toda comunidad inmigrante. Pero no se ha aportado ni un solo dato concreto sobre el monto real de los supuestos abusos. Lo que no ha impedido que surjan propuestas radicales que harían pagar a muchos justos por un puñado de pecadores.
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