Edith García Buchaca ha muerto en La Habana y la noticia -no voy a ocultarlo- me llena de regocijo.
Ella era la última del triunvirato Joaquín Ordoqui-Carlos Rafael Rodríguez-Edith García Buchaca que quedaba con algo de vida. Ex comisaria cultural, ideóloga de rancio dogmatismo y censora impenitente, García fue cómplice de encubrir al delator de mi padre, quien fue asesinado vilmente en la masacre de Humboldt 7, en 1957.
La muerte suele generar un sentimiento de compasión hacia el que abandona el mundo terrenal, sobre todo cuando se trata de una anciana que llegó hasta los 99 años. En mi caso, realmente, no puedo ser compasivo y misericordioso en esta hora. Lo siento. Puedo incluso declarar que hoy es uno de los días más felices de mi vida y no vacilaré en destapar una botella de Champagne Cristal. La muerte de Edith García Buchaca no me traerá de vuelta a mi padre, Fructuoso Rodríguez, pero definitivamente cierra un capítulo de esta terrible historia de traición, horror y vileza, que ella terminó perpetuando en su larga sobrevivencia.
García Buchaca supo siempre sacar provecho de sus relaciones con la alta jerarquía comunista de la Cuba republicana. Estuvo casada en primeras nupcias con Carlos Rafael Rodríguez, con quien tuvo dos hijas, Anabelle y Dania.
A sueldo de la CIA
Hacia 1957, García Buchaca y su esposo Joaquín Ordoqui, uno de los principales dirigentes del Partido Socialista Popular (PSP), vivían exiliados en México y recibían un sueldo de la CIA que oscilaba entre $2,000 y $3,000 mensuales. Teté Casuso y Teresa Proenza, cubanas radicadas en México y con amplias relaciones en el mundo diplomático, les facilitaban el dinero, que los retribuía por informar de las interioridades del PSP y de la Confederación Latinoamericana de México.
Allí Edith y Ordoqui recibieron a Marcos Rodríguez, el inefable Marquitos, delator de mi padre y sus compañeros. Lo protegieron, le dieron sustento y amistad (El gobierno de Fulgencio Batista había autorizado una enorme suma de dinero mensual para él). Fue ella quien al triunfo de la revolución de Fidel Castro, en 1959, concedió una beca en Checoslovaquia para que Marcos Rodríguez, realizara estudios culturales, valiéndose de su posición al frente del Consejo Nacional de Cultura (CNC). Esta beca la gestionó Alfredo Guevara, presidente del ICAIC.
He contado en ocasiones anteriores esta historia, pero no me cansaré de repetirla, porque creo las nuevas generaciones de cubanos merecen conocer la verdad. Y la verdad necesita inevitablemente de la memoria.
En los albores del triunfo revolucionario, mi madre, Marta Jiménez, le pidió a Camilo Cienfuegos entrevistarse con Alfaro, uno de los asesinos de mi padre y bajo arresto por las fuerzas rebeldes. Mi mamá le mostró al detenido más de 100 fotos de diversas personas, entre las cuales estaba una foto de carné de Marquitos y que Alfaro identificó sin titubeos como el delator de Humboldt 7.
Atrapar al delator
Sin perder tiempo, mi madre le pidió a Camilo que suspendiera el juicio a Alfaro y se detuviera al delator. Camilo cursó la orden de detención y Marquitos fue arrestado, pero no habían transcurrido más de seis horas cuando Osmany Cienfuegos, antiguo miembro del PSP y hermano de Camilo, lo liberó. Seguidamente se dio la orden de fusilar a Alfaro, sin avisar a ningún miembro del Directorio Revolucionario ”13 de Marzo” y sin tener en cuenta la orden emitida por Camilo en Columbia, la cual había aprobado el propio Fidel Castro.
Pero mi madre no se desanimó en sus afanes de justicia. Meses después logró la prueba definitiva de la delación. Fulgencio Batista había emitido una carta secreta a través de la Cancillería cubana, en la que se le otorgaban elevadas sumas de dinero a Marquitos para su manutención en Argentina, Costa Rica y México mientras estuviese exiliado. La solicitud estaba avalada por Esteban Ventura Novo y firmada por el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba.
Fue así que se logró apresar y llevar de regreso a Marquitos desde Praga a La Habana. El juicio en su contra -un proceso público televisado a todo el país en 1964- sacó a la luz el encubrimiento del PSP y la colaboración del matrimonio Ordoqui-García Buchaca. El Tribunal Revolucionario No. 1 de La Habana decretó el fusilamiento de Marquitos. Poco después Ordoqui. que era viceministro primero de las Fuerzas Armadas, fue recluido por el resto de su vida en una casa de descanso, en compañía de García Buchaca, en una hermosa finca, rodeada de árboles frutales y animales en Calabazar, en las afueras de La Habana. (La condena de 30 años nunca se hizo pública).
Reclusión y viajes a España
Si García Buchaca solo fue destituida de sus cargos y no resultó sentenciada se debió al respaldo que tuvo entonces de Carlos Rafael Rodríguez. Así ella pudo alternar sus días entre la finca de Calabazar, su casa en Nuevo Vedado y sus asiduas visitas a Madrid, cuyos pasajes en primera clase en Iberia fueron costeados por la oficina de Carlos Rafael Rodríguez. Ordoqui murió en 1973.
Hasta el final de sus días, García Buchaca estuvo viajando a España a visitar a su hija Anabelle. Su único hijo con Ordoqui, Joaquinito, falleció en enero del 2004. A Joaquinito se le permitió estudiar en la Universidad Carlos Marx de Leipzig, en Alemania, y viajar por el mundo, a pesar de ser hijo de un detenido político.
Estas denuncias, que he repetido más de una vez en artículos y foros públicos, ha sido tal vez una de las causas de que el gobierno cubano me impida regresar a mi país, por razones humanitarias, para visitar a mi madre, enferma de cáncer, operada en varias oportunidades por este padecimiento.
Ante el fallecimiento y la incineración de Edith García Buchaca, cierro una página lacerante de mi vida y no puedo menos que seguir reclamando la verdad para el futuro de Cuba.