LA HABANA, Cuba.- En todo el mundo, los amantes de la democracia estamos muy preocupados no tanto por el desenlace de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, como por la salud del sistema democrático mismo.
La demora de varios días en el conteo de los votos, los súbitos cambios de color de los estados en el mapa, las muchas irregularidades, las denuncias de fraude, las actitudes de ambos candidatos, confunden, desconciertan, desencantan, abochornan, deprimen.
Se sabía que estas elecciones, por el ambiente tan polarizado que la precedió y por todo lo que está en juego, iban a ser las más cruciales desde la Guerra de Secesión. Y se presentía, se veía venir, que no iban a estar exentas de problemas. Pero no hasta el punto en que están llegando. Y, ojalá que no, puede que lo peor todavía esté por llegar. Solo queda confiar en la solidez de la institucionalidad democrática norteamericana, que ha sido puesta a prueba como nunca antes.
Pero no es de eso que quiero tratar. Otros lo harán mejor que yo, y por estar in situ, con más conocimiento de causa. Lo que quiero es reflexionar sobre el impacto que han tenido estas azarosas elecciones sobre los cubanos, los de allá y los de aquí, y sobre todo, el modo tan simplista y oportunista con el que la mayoría de mis compatriotas enfocan el asunto.
Para empezar, da gusto como pontifican y dan lecciones sobre democracia nada más y nada menos que en el Granma, el periódico del partido único, y el NTV. Y en el programa Mesa Redonda, batieron los récords de cinismo y descaro los periodistas Randy Alonso, Oliver Zamora y Jorge Legañoa.
En Cuba, en la calle y en las casas, los cubanos hablan de las elecciones en los Estados Unidos casi tanto como de la comida que escasea, del dinero que no alcanza y de los precios que no paran de subir. Ojalá se expresaran sobre los problemas de acá, donde no tienen voz y su voto no cuenta más allá de las cuadras de su circunscripción, tan abiertamente como lo hacen sobre las elecciones norteamericanas. Y eso que la mayoría de mis paisanos dicen que no les interesa la política, (especialmente si les puede acarrear problemas con la Seguridad del Estado y sus chivatos).
Claro, no están pensando en política, un tema en el que son analfabetos luego de seis décadas de adoctrinamiento y propaganda embrutecedora, sino en términos de remesas, recargas, visas y paquetes de pollo Made in USA. Creen —les han hecho creer— que con Biden, que promete revertir las duras políticas de Trump, sus vicisitudes serán menos. ¡Como si los problemas que los agobian dependieran más del presidente de los Estados Unidos que de los mandamases que nos han hundido en este desastre!
Uno de los logros del castrismo es hacer que hayan hoy, en Cuba y en el exilio, más plattistas, pendientes y dependientes de los Estados Unidos, que en los tiempos de la Enmienda Platt, cuando había que portarse bien para que no vinieran los marines a poner fin a la guerrita de la Chambelona.
Los más duros cubanos anticastristas del exilio confían en que en cuatro años más Trump acabará con el régimen, asfixiándolo económicamente, sin reparar demasiado en los sufrimientos —que ven como un mal necesario— de sus hambreados compatriotas en la isla. Y el régimen aspira a salir a flote con un gobierno norteamericano que levante las sanciones, afloje el embargo y abra las compuertas a las inversiones y los turistas norteamericanos. Y a las remesas, como no, que para eso tienen de rehenes a los familiares de los residentes en el exterior.
Estas elecciones norteamericanas, donde tanto se han invocado, a trocha y mocha, los fantasmas del comunismo y del fascismo, muestran que cada día los cubanos somos más intolerantes con los que opinan diferente. Y no lo digo solo por Miami, donde tantas viejas amistades se han roto en estos días por causa de Biden y Trump. En Cuba ya hay quienes están diciendo que estas elecciones han posibilitado saber realmente quién es quién en la oposición. ¡Mire usted qué cosa, lo que no se pudo saber en décadas de enfrentamiento con los represores lo vino a destapar la puja entre Biden y Trump!
La culpa de tanto extremismo e intolerancia es de los 61 años que hemos vivido bajo una dictadura totalitaria. Con eso nos amamantaron. Los que se fueron llevaban la intolerancia en vena desde que eran pioneros por el comunismo, y la trasplantaron, con otro signo, a las circunstancias de allá. Y los que nos quedamos, ni se diga…
¡Y así queremos los cubanos, que creemos saber de todo y hablamos tanta mierda, entender y opinar sobre la democracia norteamericana!
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.