LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – Recorrimos durante varias horas, mis nietos, la madre y yo, las peleterías de La Habana, buscando zapatos para los muchachos.
El más pequeño se decidió por tenis de corte bajo que vendían los merolicos (vendedores ambulantes) de la calle Reina por 15 dólares. Unas sandalias, que costaron 17 dólares en una de las peleterías del Centro Comercial de Carlos III, fueron la elección de Yadiris, la nieta adolescente,.
Yadiris calza el 39, pero en los estantes sólo había el 38. Una dependienta aseguró que no había 39 en el almacén, pero otra se acercó solicita, indagando qué necesitábamos. Le dijimos que el 38 le quedaba algo apretado a la muchacha, y en un santiamén apareció el número deseado, lo que puso en evidencia el mal trabajo de su compañera, pero la niña salió contenta.
Misterios del comercio socialista. A pesar de que se compra con una moneda 25 veces más fuerte que con la que se pagan los salarios, dependemos de la bondad de los dependientes, que deciden buscar o no la talla que necesitamos.
Los muchachos decidieron estrenar los zapatos de inmediato y se llevaron en una bolsa los viejos. La alegría no duró mucho. Pocos días después, los tenis y las sandalias ya estaban en el taller de un remendón, esperando a que los arreglaran.
¡Cómo cambian las cosas! Tengo edad suficiente para recordar que, de niño, siempre tuve zapatos de andar, escolares, y de salir. Todos comprados en las tiendas de La Habana, y no recuerdo que ninguno se me haya roto poco después del estreno.