LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Entre los alardes que han caracterizado al socialismo cubano en estos 50 años, se cuentan las “soluciones revolucionarias” y los “inventos tecnológicos”.
En la práctica resultaron utopías que terminaron en las vitrinas de los museos, como el caso del arado integral, una innovación presentada hace algunos años por un especialista, que ganó el Primer Premio en un congreso campesino organizado para estimular las inventivas que ahorraran divisas al país.
Aquella entelequia sobre el arado tradicional se proponía, además de roturar la tierra, desyerbar, rastrillar, aporcar, sembrar y regar los surcos, debido a los diferentes elementos que participaban en las etapas del cultivo.
Una de las ventajas que defendía este arado multipropósito era el ahorro de combustible. Una yunta de bueyes tiraba, además de los tradicionales ejes de labrar, un tanque de agua para el regadío, un pesado mecanismo de estrías para remover la tierra, un potente rastrillo de hierro que remolcaba las impurezas del surco y el tamiz del semillero, todo manipulado por un conductor que laboraba sentado sobre un chasis con cuatro gomas de tractor, desde donde accionaba el complejo mecanismo de palancas para elegir el trabajo de turno.
Teóricamente era un avance indiscutible y fue presentado como tal en las conclusiones del congreso. El mismísimo comandante en jefe le regaló un auto al proyectista y ordenó la inmediata fabricación en serie de aquella modernizada innovación cubana.
Pero los torneros se enfrentaron a numerosos obstáculos relacionados con los componentes integradores del proyecto. Gracias a inventivas que nunca se hicieron públicas, ni gozaron de reconocimientos, pudieron confeccionar varios ejemplares.
El impedimento mayor salió a la luz en una reunión de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, ANAP, efectuada en San Antonio de los Baños, un municipio de vital importancia agrícola de la provincia Habana, escogido para probar el experimento. Se estaban discutiendo los pormenores cuando un viejo agricultor llamado Raúl, que al principio de la revolución fue asesor del Ministerio de la Agricultura y lo apartaron por sus críticas abiertas al deficiente diseño económico propuesto por la JUCEPLAN, se puso de pie en medio de la reunión y pidió la palabra.
-Todo eso del multiarado está muy bien, pero quiero hacer dos preguntas. ¿Ustedes han calculado cuánto pesa? ¿Y contaron con los bueyes?