LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -“Señores, aquí se terminó el viaje”. La advertencia fue un estímulo para la ola de protestas. El ómnibus estatal se había quedadosin combustible. Tras propinarle un pisotón al freno, el chofer voceó la noticia que dejaría a los pasajeros en una pieza.
Joseíto, el vecino que me relató el percance, pensaba que era una broma de mal gusto. Pero apenas un par de minutos después, pudo confirmar la veracidad del hecho.
“¿Usted me puede explicar el porqué de este problema?. No entiendo que haya escasez de petróleo si Hugo Chávez lo está mandado por tuberías”: La pregunta fue lanzada por alguien desde el tumulto de pasajeros, que aún se mantenía tenso dentro del vehículo articulado.
“A mí no me pregunten. Mi función es manejar. Lo demás no me preocupa”, respondió el chofer con cara de pocos amigos.
Joseíto me contaba que esa respuesta fue el detonante de la furia ciudadana. La contención y la cortesía se disolvieron en un mar de increpaciones. El aludido respondió con la misma agresividad, incluso conminando a uno de los pasajeros a liarse a puñetazos en la vía pública.
Por suerte, según los pormenores brindados por la fuente, no hubo que lamentar un altercado de graves consecuencias.
Finalmente, las personas abandonaron el ómnibus, no sin lanzar advertencias de denunciar el caso en la estación policial más cercana, o en las reuniones de rendición de cuentas del Poder Popular, o ante el mismísimo Consejo de Estado, con copia al Ministro de Transporte y a Raúl Castro.
Por supuesto que como en toda refriega verbal, no faltaron las groserías y los gestos obscenos que suelen acompañar la filosofía underground, tan extendida en Cuba y en constante auge, al margen de los spots televisivos que llaman al rescate de la educación formal y cívica.
Pero este viaje interrumpido no es una excepción dentro del panorama actual. Aunque no se podría decir que es la norma, sí es preciso reconocer que de manera periódica ocurren, para disgusto de las personas, sin otras alternativas para trasladarse a través de grandes distancias, bien por necesidad o por placer.
Algunos choferes de los ómnibus habaneros alegan que esta situación se ha incrementado a raíz de la racionalización en las asignaciones de petróleo en las terminales, destinadas a elevar los niveles de ahorro.
Sin embargo, existen rumores bastante creíbles, según los cuales, las entregas para garantizar este servicio son vendidas en el mercado negro a los transportistas particulares.
Con el aumento de la demanda de petróleo, a partir de la legalización de taxis y otros empleos particulares para el transporte, es de temer que esa sea una causa por la que no pocos viajes del transporte estatal terminen antes de lo debido.
Las tentaciones de jefes y empleados por apropiarse de parte del combustible, no serán eliminadas fácilmente, a pesar de los riesgos, ya que, por un lado, estos empleados son muy mal pagados y, por otro lado, a los transportistas particulares no les queda más remedio que acudir al mercado subterráneo de petróleo, debido a sus altos precios en el mercado estatal.
Entonces sería prudente prepararse para escuchar, quizás con más frecuencia de la aconsejable, el fatal anuncio: “Señores, aquí se terminó el viaje”. Y no menos prudente será situarse a buen resguarde cuando comiencen las fieras discusiones y trifulcas entre empleados y pasajeros.