LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Es difícil contar en una crónica todo lo que se habló aquella tarde, mientras viajaba en uno de esos viejos autos de alquiler que los cubanos llaman almendrones, junto a dos estudiantes de Beijing. Hasta se mencionó a la difunta esposa de Mao, convertida en una diabla en China por dirigir la Revolución Cultural.
Tiempo de sobra tuvimos para conversar. Casi recorrimos la capital de punta a cabo, desde la esquina de Prado y Neptuno, hasta el hotel Comodoro, en la barriada de Miramar. El recorrido fue largo y, además, los viejos almendrones no corren mucho.
Era la segunda vez que los jóvenes chinos, estudiantes de Economía, viajaban a Cuba como turistas, ahora de Luna de Miel. Hablaban perfectamente el español, y como los dos trabajan, compraron el paquete turístico con facilidades de pago.
Confesaron que no se quedarían en Cuba por nada de este mundo. No les gusta el arroz con frijoles, algo que no se conoce en China.
-Esa mezcla hasta a nosotros ya nos resulta aburrida –comentó un joven que viajaba junto al chofer.
-A nosotros no nos sabe a nada -expresó la china, apartándose los cabellos lacios y negros de la cara-; nuestra comida es muy sabrosa, variada y no engorda.
-Cuando en Cuba haya libertad -volvió a decir el joven, compraré un pasaje a crédito y viajaré como turista a China, a ver si me empato con una china millonaria.
Los cubanos rieron de buena gana. El chino respondió:
-Te gustará mucho mi país, si prefieres que la comida tenga buenos sabores. Ahora tenemos mucha comida. China se ha convertido en un país muy próspero, la segunda potencia económica mundial, después de Estados Unidos.
-Pero, ¿y Tiananmen, les pregunté? ¿Hay libertad?
-Cuando aquellos jóvenes se manifestaron en la Plaza Tiananmen, en 1989, nosotros no habíamos nacido, pero conocemos bien la historia. Pedían democracia, libertad de prensa… Fue una gran masacre. Eso no ha vuelto a ocurrir.
-Entonces son como robots bien educados y con comida…
El joven me miró de una forma que no puedo explicar. Era evidente que no le había gustado mi respuesta. Sin embargo, me dijo sonriendo:
-Pero no como ustedes, que no protestan.
Como si quisiera disculparse por sus palabras, agregó:
-No se preocupe, señora, que tarde o temprano el gobierno cubano se dará cuenta de que la única fórmula que existe para salir de la pobreza generalizada es hacer un giro hacia el capitalismo. Como dijo Den Ziao Ping, el mismo que dio la orden de disparar en Tiananmen: No importa de qué color es el gato, lo importante es que cace ratones.
Los cubanos nos quedamos pensativos. Quizás el chinito tenían razón y algún día nuestro gato, aunque no cambie de color, al menos comience a cazar ratones.