LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 –“Coger botella” en los semáforos, es una de las maneras más efectivas de moverse por La Habana. Todos los días, cientos de personas esperan en las intersecciones de las principales avenidas, donde los autos deben parar por obligación, y piden el aventón salvador que les propicia llegar a tiempo al trabajo, o a citas importantes, algo muchas veces imposible si se espera por el ómnibus urbano en las paradas.
Este hábito, hijo pródigo del período especial, se ha convertido ya en una tradición, y aunque muchos choferes se muestran indiferentes con sus conciudadanos, un buen número de conductores de autos estatales se sensibiliza y los llevan a sus lugares de destino.
Tengo un amigo periodista que utiliza este recurso cuando se transporta. Me cuenta que además de librarse de la tragedia del ómnibus, coger botellas le ha posibilitado recolectar muy buena información de primera mano para sus trabajo.
Dice que en las botellas viaja de incógnito, para no predisponer a la fuente, que por lo general resultan ser funcionarios de los ministerios, ejecutivos de la Administración Central del Estado, deportistas y militares.
“En cuestión de minutos, hago un viaje que en guagua puede tomarme horas -me cuenta-, y en cada botella, además, obtengo una historia personal, un tema sobre el cual escribir. Todo un surtido de temas sobre deporte, educación, cultura, salud, gastronomía, servicios… Una vez viajé con un viceministro muy locuaz, que me dio abundantes datos sobre la ampliación del Puerto de Mariel, cuando todavía no se hablaba sobre el tema en la prensa. Otro día viajé con un famoso pintor, en su auto particular, y durante el trayecto disertó sobre el arte actual y los artistas. La sobrevaloración y compadrazgo con ciertos artistas mediocres y la subestimación de otros, verdaderamente talentosos. Hasta un general de las Fuerzas Armadas me llevó una mañana hasta Calzada y G. Aproveché la ocasión para preguntarle qué se sentía al ser general. Me contestó que ‘nada’. Su desempeñó militar desde la Sierra Maestra lo había tomado como ‘el cumplimiento de un deber’, pero reconoció que ahora muchos altos oficiales lo veían solo como un fin para obtener prebendas”.
Mi amigo dice haber viajado con funcionarios de la UJC, la UPEC, la UNEAC, la ANAP, la FMC, la ACCR, la FEEM, con locutores de televisión, empresarios extranjeros, diplomáticos… un sinfín de personajes importantes que han hablado hasta por los codos de temas super interesantes.
“Pero hasta hoy –dice- quien más me ha impresionado fue el viaje con un coronel del MININT. Todo un ranger: alto, rubio y con gafas oscuras, que manejaba un imponente Land Rover verde olivo, con olor a nuevo. El hombre no abrió la boca en todo el camino y voló por la vía, adelantándose a los otros autos como un misil. El coronel parecía llevar la urgencia de un James Bond en pleno cumplimiento de una misión estratégica. Lo verdaderamente sorprendente fue que semejante tipo se tomara unos segundos para parar en la rotonda del Palacio de las Convenciones y subirme al vehículo”.