LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Dieciséis años después del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, el periódico Granma publica el artículo “¿Hubiera podido evitarse el incidente del 24 de febrero?”. Es una pregunta cínica, rubricada por Lázaro Barredo, periodista y director del propio diario.
Barredo argumenta que los días 9 y 13 de enero de 1996, se cometieron flagrantes violaciones del espacio aéreo de la ciudad de La Habana, para acometer un plan político de desobediencia civil, protagonizado por José Basulto, quien anunció una posible escalada de grupos “contrarrevolucionarios” que se consideraban impunes.
A Cuba -explicó el articulista- sólo le quedaban tres alternativas: (1) apelar a la parte norteamericana para poner fin a las acciones; (2) actuar; (3) permitir la impunidad. Afirmando que la última variante estaba totalmente descartada.
Cuenta Barredo que siendo diputado a la Asamblea Nacional, y vice-presidente de la comisión de relaciones internacionales, acudió al aeropuerto José Martí, en dos oportunidades (el 19 de enero y el 10 de febrero), para recibir al congresista Bill Richardson, alertándole de las peligrosas provocaciones. Posteriormente, Richardson aseguró a Fidel Castro que tales incursiones no se repetirían.
Lo cierto es que el 24 de febrero de 1996, cazas de la fuerza aérea revolucionaria del régimen derribaron en aguas internacionales a dos avionetas desarmadas de “Hermanos al Rescate”. La acción sirvió de escarmiento y clara advertencia de que a Fidel Castro nunca le temblará la mano, sobre todo a la hora de ejecutar a inocentes.
Según un piloto de combate, ya retirado (que solicitó el anonimato), con amplia experiencia y participación en numerosas misiones combativas pilotando un Mig-23: “Una escuadrilla de cazas podría ahuyentar a un avión intruso u obligarlo a tomar tierra sin disparar un solo tiro”. Él está convencido de que los pilotos salieron de la base con el dedo en el disparador.
Personas que se hallaban en las proximidades de la franja del malecón escucharon detonaciones hacía el noroeste, pero nadie observó destellos o trazas de humo. Entretanto, pescadores experimentados de la zona aseguraron que el alcance visual, desde la costa hasta la línea del horizonte, supera las 8 millas náuticas, y desde las alturas el alcance es mucho mayor.
Algunas personas recuerdan que Radio Martí comentó que el propósito de los hermanos al rescate -según Basulto- era lanzar octavillas desde lo alto, para que los vientos las hicieran llegar a La Habana. No era necesario arriesgarse violando el espacio aéreo, tal experiencia ya había sido practicada antes, en Vietnam, con éxito.
Por supuesto que aquel crimen habría podido evitarse. Pero precisamente quienes pudieron evitarlo fueron los que impartieron la orden de cometerlo. Acaso olvida Lázaro Barredo que 17 meses antes del fatídico 24 de febrero, tampoco fueron capaces de evitar el hundimiento del remolcador “13 de Marzo”, con mujeres y niños a bordo.
Fidel Castro ni siquiera mostró el más leve desvelo ante la angustia y los presumibles gritos de los niños que se ahogaron, sino que apenas calificó el hecho como “lamentable accidente”. Tampoco dispuso una investigación para aclarar el crimen y sentenciar a los implicados directos.
Si los que gobiernan a Cuba han matado con mano propia y llegaron al poder por medio de la violencia, ¿sobre qué posibilidades de evitar un crimen estamos hablando ahora?