LA HABANA Cuba, marzo (173.203.82.38) – Son muchos los analistas que destacan el trasfondo económico de la reciente visita del Presidente Barack Obama a tres países latinoamericanos. Sin descartar ese punto de vista, prefiero centrar la atención en el aspecto ideológico de ese periplo.
Es loable que Obama decidiera incluir en su gira a dos naciones donde gobiernan presidentes que militan en partidos políticos de izquierda, como son los casos de Dilma Rouseff, del Partido de los Trabajadores de Brasil, y Mauricio Funes, del frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (FMLN). Claro, se trata de mandatarios que conducen a sus países por los senderos de la democracia política y la economía de mercado.
El hecho de que Estados Unidos demuestre que está dispuesto a mantener cordiales relaciones con la izquierda democrática en América Latina, es la mejor manera de cerrarle el paso a la otra, de esencia totalitaria, representada por los países miembros de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), con el venezolano Hugo Chávez al frente, y que respalda a Muammar el Gaddafi.
En momentos en que hasta los propios vecinos de la Liga Árabe pedían la zona de exclusión aérea sobre Libia para impedir que Gaddafi continuara masacrando a su pueblo, los integrantes de ALBA, Cuba incluida, ponían en tela de juicio la existencia de acciones criminales por parte de Gaddafi. Supongo que, entre otras cosas, admiren el modo en que el mandatario libio ha logrado permanecer más de cuarenta años en el poder.
No dudo que Obama esté sentando las bases para un nuevo capítulo de la Alianza para el Progreso en nuestro hemisferio.