LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Hace ocho años Esperanza escuchó por radio que el ciclón Lily afectaría la ciudad de Pinar del Río, y posiblemente al municipio San Juan y Martínez. Sabía que su vieja casa de madera, ubicada en el caserío El Paradero, no resistiría. No lo pensó dos veces y, con la ayuda de su hijo Alfredo, trasladó sus pocos bienes a la casa de una hermana.
Pero no fue un ciclón el que llegó, sino dos: Lily e Isidore. De la casa no quedó ni rastro. Cuando pasaron los ciclones limpiaron el terreno y provisionalmente levantaron, con lo que encontraron, un ranchito, mientras esperaban por la construcción de la nueva vivienda. Y así, sin piso, con huecos en las paredes, lloviendo más adentro que afuera, todavía viven allí.
La propaganda del gobierno se volcó hacia el caserío El Paradero, y parecía inminente su reconstrucción. A pesar de ello, después de un año fue que comenzaron a vender a los damnificados materiales para los cimientos.
-Eso sí -dice Alfredo-, logré que me instalaran el contador de la luz, y por lo menos, de noche, no tengo que alumbrarme con cocuyos.
Cuando acabó la propaganda, terminó para los pobladores del caserío la esperanza de casa nueva. Hasta hoy solo construyeron la del Partido Comunista, y la de la hermana de Esperanza, presidenta del Comité de Defensa de la Revolución.
-Ahora nos quieren desalojar, con el pretexto de que nuestro rancho afecta el ornato público. ¿Dónde iremos a vivir? Más que un lugar donde cobijarnos, la casita es la denuncia viva de que somos damnificados de los ciclones Lily e Isidore, y de que llevamos mucho tiempo viviendo en pésimas condiciones sin que el gobierno haga algo para solucionar el problema.
Y mientras Alfredo habla, extrae del bolsillo una foto de la casucha donde viven él y su madre.