LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -En los últimos meses, es raro que pasen varios días sin que el gobierno cubano, muy asustado por las revoluciones árabes, tenga que enfrentar un nuevo problema y hacer el papel de apaga-fuegos, con más o menos represión y sus consiguientes costos políticos. Ahora, por si fuera poco, a las protestas callejeras de las Damas de Blanco y los opositores se suma un episodio de fanatismo religioso.
Desde el 21 de agosto, el pastor Braulio Herrera y 60 de sus fieles, entre ellos 10 niños y 4 mujeres embarazadas, permanecen encerrados en el templo pentecostal “Fuente de Vida”, en la calle Infanta, en Centro Habana.
La protesta contra la destitución del pastor Herrera por la Asamblea de Dios, de la que es un disidente fundamentalista por motivos teológicos, derivó en un retiro espiritual que ya dura más de un mes, en que se ora y se canta por “una nueva Cuba sin pecados” y en reclamo de la venida del Espíritu Santo. Los enclaustrados han advertido que sólo saldrán “cuando Dios se los indique”, y que están “dispuestos a la glorificación y a morir por Jesús”.
Por momentos, pareció que estaba a punto de producirse un Waco en una de las principales arterias de La Habana. Especialmente cuando los días 10 y 11 de septiembre, un aparatoso operativo policial, rodeó las dos manzanas alrededor del templo (azoteas incluidas) y cerró el tráfico por Infanta.
El fanatismo religioso y la paranoia policial suelen ser –sobran ejemplos- factores muy peligrosos en estos casos.
Pero a partir del domingo 12 el desmesurado despliegue policial comenzó a disminuir hasta convertirse en una discreta vigilancia. El tráfico por Infanta fue restablecido el día 15.
No obstante, el atrincheramiento en el templo Fuente de Vida no deja de ser alarmante. Está rodeado por muchas incógnitas, no se sabe sus verdaderos propósitos, a quiénes beneficia ni cómo terminará.
Desde sus inicios, ha habido todo tipo de rumores. Especialmente los que insistentemente corrieron en los primeros días, parecían haber sido echados a rodar por el gobierno para crear un mal estado de opinión, enajenarles a los fieles del pastor Herrera el favor de la población y justificar una eventual intervención policial. Se decía que un pastor tenía como rehenes a sus fieles, que esperaban un apocalíptico tsunami del que sólo se salvarían los congregados en el templo, y más recientemente, que exigían fuera puesto un avión a su disposición para irse del país.
El comunicado oficial del 12 de septiembre insistía en que no era un asunto político, y que las autoridades esperaban terminara de la mejor manera posible. Pero expresaba preocupación por las embarazadas sin atención médica y los niños sin asistir a la escuela. Parecían los motivos perfectos para que la brigada especial de la policía, con su parafernalia habitual, los sacara del templo a como diera lugar. Por supuesto, el desalojo sería con el beneplácito, la bendición y la luz verde del reverendo Raúl Suárez y el domesticado Consejo de Iglesias. Y qué decir de Caridad Diego, la jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista.
Por lo pronto, el reverendo Raúl Suárez, en declaraciones a la prensa extranjera, ya reclamó la promulgación de una ley que regule las actividades religiosas en Cuba, una idea que seguramente encantará al régimen que sirve.
En estos momentos las iglesias protestantes que más crecen en el país son las neo-pentecostales, caracterizadas por el activo desempeño de pastores carismáticos, que insisten en que los problemas de sus fieles, aun los derivados de la situación nacional, sólo los resolverán si recurren a Dios. Estos pastores logran exaltar a sus fieles, generalmente de muy bajo nivel cultural, hasta el paroxismo. Algo que debe tener presente el Ministerio del Interior y la Oficina de Asuntos Religiosos (el Consejo de Iglesias no cuenta) si se deciden a desalojar el templo “Fuente de Vida”.