LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Hace un par de años, el embajador de Líbano en La Habana, le dijo a su chofer que quitara el retrovisor interior del auto. No quería que el cubano observara a la señora embajadora. Esas y otras humillaciones sufrió el cubano. Un día, cansado de las afrentas, el chofer detuvo el auto en Quinta Avenida, Miramar, se bajo, tiró las llaves sobre el césped y le dijo al funcionario.
-Hasta aquí trabajo con usted.
El trabajo de los cubanos que sirven en embajadas y consulados extranjeros, se nutre de mitos y leyendas propios de la imaginación popular y de una realidad que navega entre dos aguas. Se trata de una cofradía que devenga salarios astronómicos y se conduce con aires aristocráticos, para un país como Cuba. Pero, a la vez, se sienten explotados, presionados, humillados.
Muchos de esos proletarios tienen uno o varios autos, excelentes y confortables casas, gozan de vacaciones en lugares prohibidos, como Varadero, y hasta de algún que otro viaje al extranjero. Además, compran productos alimenticios a precios para diplomáticos (más bajos). Ingenieros y licenciados cubren plazas de jardinero, mucama, y hasta algún disidente económico del Minrex prefiere ser humilde secretario.
Tanto nivel, y tan diferenciado, llamó la atención al gobierno, que un día los reunió en el Teatro Nacional y les propuso cobrarles impuestos. Ante la pregunta proletaria: “¿Sobre qué ingresos?”, un funcionario respondió: Sólo dejen algo para el Estado, o su salud laboral peligra.
Por ejemplo, un chofer de la embajada de Kuwait puede ganar hasta 800 cuc (19 mil 200 pesos) al mes, mientras el personal de servicio de las embajadas europeas cobra alrededor de 300. En otras sedes diplomáticas se puede ganar más, y también menos.
Pero no todo es azul pastel. Algunos de estos proletarios se sienten humillados por sus empleadores. Se quejan del trato despótico e inapropiado de los funcionarios extranjeros, que incluye la violencia verbal. En ocasiones se convierten en cómplices de estafas, al firmar cobros por más dinero del que reciben, o se involucran en tráfico de personas, sobre todo las embajadas de América Latina.
Las sedes más codiciadas a la hora de buscar trabajo son las europeas, la norteamericana y la canadiense. Reciben el mejor trato de sus empleadores, aunque las bonificaciones no se comparan con las de los países del Medio Oriente, que son las que más pagan.
El rol del Estado a través de la empresa empleadora, Cubalse, es humillante. Como pasa con los empleados en las empresas extranjeras, los contratados reciben del Estado menos del 1 % del dinero que cobran a los extranjeros. De ahí que se instituyera el “pago por la izquierda”, que consistente en que la embajada paga un dinero a Cubalse por los servicios del cubano, y otro directamente al individuo por hacer su trabajo. Con esa información y el alto nivel de vida de estos criollos, el Estado impuso un impuesto sobre unos ingresos que no aparecen en los libros.
Una de las leyendas que se maneja es la que deben informar a la policía política sobre todo lo que se pueda. Los cubanos más marcados son los que trabajan en la Sección de Intereses de los Estados Unidos y las embajadas europeas. Si el 25 % de los funcionarios de Relaciones Exteriores son oficiales de Inteligencia, no es ilógico pensar que algunos empleados de las embajadas sean, al menos, informantes.
Realidades y mitos se confunden en el caso de estos trabajadores.