LA HABANA, Cuba, Julio, 173.203.82.38 -En 1995, varias acciones para evadir el Servicio Militar Obligatorio, condujeron a Bernardo a una prisión, en la localidad de Baracoa. Como último recurso, optó por introducir tierra en sus ojos para simular una conjuntivitis, y así obtener la baja médica. El muchacho no sabía que la prisión había sido anteriormente un depósito de sustancias químicas. La tierra contaminada le destruyó el nervio óptico. Perdió su ojo derecho.
Al ser causante de su propio daño, Bernardo quedó en la calle, sin pensión, incapacitado físicamente y en medio del Periodo Especial.
Este hombre, como tantos, es evidencia viva de la clásica familia disfuncional en Cuba. Su madre murió tempranamente, de cáncer en los pulmones. El padre se jubiló, con el grado de Mayor de las Fuerzas Armadas, luego de sufrir un accidente automovilístico que le dejó en silla de ruedas. Había sido jefe de la misma Unidad militar a la que envió a su hijo, con la esperanza de que éste accediera a una plaza como sobrecargo, o aeromozo. Una palanca, en todo caso, porque había abandonado la escuela en los primeros grados de primaria.
Cuando el muchacho cumplió 15 años, se tornó rebelde. En una ocasión, el padre intentó corregirlo, pistola en mano, pero la intervención de la madre hizo que el tiro diera en el techo. A partir de ese momento, Bernardo fue apartado del seno familiar.
Después de un matrimonio fracasado, se divorció. Quedó otra vez en la calle. Pero esta vez no estaba solo. Porque ante la apatía materna, Bernardo asumió la guarda y custodia de Zamira, su pequeña hija de 8 años.
De lunes a viernes, la niña permanece en la beca de amparo filial “Estado de Cambodia”, del reparto Paya. Pero el fin de semana, lo pasa junto a su padre, literalmente en la calle. Ambos duermen donde les coja la noche, lo mismo en un salón de la Terminal de Ómnibus, que en el centro en el cual Bernardo labora como custodio.
Él se ha preocupado por buscar asesoramiento psicológico para su hija. Evidentemente necesitan apoyo. Pero sus problemas se acrecientan, por la miseria.
Desesperado, Bernardo se ha dirigido a todas las instancias del gobierno, y a todas las instituciones de ayuda humanitaria, en busca de que le otorguen una humilde vivienda. Pero a pesar de ser lo que las autoridades califican como un “caso social sensible”, no ha recibido respuestas desde las alturas del paraíso socialista.