LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Miguelito Melón, vendedor callejero de confituras, natural de Guantánamo y experto en artes marciales, tal vez sea el único cubano que ha puesto fuera de combate a varios policías, incluida una escuadra de la unidad de La Lisa, sin que después lo hayan molido a palos.
Hace un año venía de madrugada de una discoteca, con su novia Maritza, por la oscura y solitaria avenida 190, en Siboney. Al pasar frente a un albergue de la unidad policíaca de La Lisa, Maritza caminaba delante, descalza, con los zapatos en la mano y bromeaban representando una escena de celos donde era sacudida por el novio, imaginariamente abofeteada, luego cargada para ser proyectada contra el piso y terminaba fundida en un abrazo con Miguelito.
En el momento que pasaban por la garita del albergue, el policía de guardia pensó que era un hombre golpeando a una mujer y salió en su auxilio. Aunque Maritza le gritó que era un juego y que Miguelito era su marido, el agente arremetió contra Melón, que esquivó una andanada de golpes y tuvo finalmente que reducirlo a la obediencia, proyectando al militar contra la acera.
Inmediatamente salió otro guardia, tonfa en mano, lanzando una lluvia de bastonazos y Miguelito lo derribó con una técnica de barrida. Desde el piso y sumamente adolorido el policía sonó el silbato y aparecieron cuatro agentes más, a medio vestir, que llegaron corriendo a la escena y cada uno recibió un golpe fulminante, una proyección contra el pavimento o un taconazo en la cabeza con los tacones de Maritza.
En un abrir y cerrar de ojos seis policías estaban en el piso, y otros dos que llegaban a la escena no recibieron igual destino, gracias a un primo de Miguelito, que era el segundo jefe de la unidad y en la oscuridad reconoció a su pariente.
Meses después, Miguelito acabó con la fama de un capitán que estuvo durante un tiempo castigando como jefe de sector a Jaimanitas, y al que apodaban La sombra, porque aparecía silenciosamente en sitios del mercado negro y decomisaba productos, imponía multas o se llevaba presos a los infractores.
La sombra llegó una tarde acompañado de una pareja de policías a casa de Melón, para apresarlo por estar ilegal en La Habana, y además, por vender confituras. Miguelito estaba sentado en el contén de la esquina y el capitán gritó:
–¡Mírenlo ahí! ¡Cójanlo!
Los soldados se abalanzaron sobre Melón, que se puso de pie como un felino, agarró por el bajo de los pantalones a ambos y con una técnica impecable de desequilibrio los estrelló contra el piso. Luego avanzó hacia La sombra y lo noqueó con un recto de izquierda al mentón. Después se sentó tranquilamente en el contén a esperar a que el trío se despertara. Cuando el capitán volvió en sí llamó a un patrullero y se llevaron esposado a Miguelito.
Estuvo preso tres días. Lo soltaron cuando su tío Marquito Lagardere, Justina y sus tres hijas, Pompy y toda la familia de Mañanima, la mamá y la abuela de Miguelito, seis primos y algunos vecinos, acudieron a la estación y protestaron en defensa del detenido, que fue liberado y multado con trescientos pesos por alteración del orden público y deportado a Guantánamo, de donde regresó a la semana, cuando al capitán La sombra lo trasladaron a otro municipio.