LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Para quien quiera caldo, dos tazas. Y ya está dispuesta la segunda sobre uno de los chanchullos mediáticos que más ha sonado últimamente en la red de redes: la clausura de El Cabildo, aquel centro financiero-cultural que Ulises Aquino puso en marcha como iniciativa privada, pero en sociedad con el régimen, ignorando, al parecer, su vieja tendencia dictatorial de permitir que crezcan ciertas cabezas, para cortarlas luego, cuando les asuste la talla del sombrero.
Por suerte, no habrá que extenderse recordando los detalles del chanchullo, pues tuvo lugar hace apenas un par de meses. El barítono Ulises Aquino, fundador del proyecto cultural Ópera de la Calle, fue acusado de “enriquecimiento ilícito”, motivo por el que las autoridades decidieron clausurar El Cabildo, centro cultural, bar y restaurante que le servía de sede en La Habana.
Se recordarán también las duras declaraciones de Aquino, nunca contra la alta dirección del régimen, sino contra funcionarios menores, a los que tachó de falta de honradez e incluso de procedimientos nazistas, no sólo por el carácter injusto de la medida que le aplicaron, sino por aplicársela a él, un revolucionario, según propia definición, cuya única culpa consistió en trabajar para el pueblo, por el fortalecimiento de su cultura, pensando que: “Hay que demostrar que el socialismo es más lindo que los demás (sistemas), no basta con hacerlo feo…”.
Pues, bien, como a pesar de sus paliques conciliatorios, no convenció a los caciques de la Raspadura (a los cuales incluso tuvo acceso directo, milagro de extrañeza para un simple trabajador por cuenta propia), Ulises Aquino ha resuelto llevar su música a otra parte. En el próximo mes de diciembre irá a instalarse en Colombia, con su familia y con todo lo que pueda cargar del proyecto que tan revolucionarios beneficios parece haberle aportado a su bolsillo.
De momento, ya cuenta con una instructora coral y con un coreógrafo, que son su hija y su yerno, para refundar, en Bogotá, Ópera de la Calle. Igualmente, le ha dicho a todos los actuales integrantes que sus plazas estarían seguras, esperando por ellos, siempre que puedan llegar hasta allá por sus medios y con su dinero.
Ojalá que Aquino y los suyos tengan éxito en el affaire colombiano. Por un principio de elemental decencia, no puede parecernos mal la búsqueda de nuevos caminos, allende los mares, por parte de cualquier cubano con voluntad de empresa, y aún más cuando sus iniciativas han sido asfixiadas por el régimen.
Sin embargo, hay algunos detalles que no nos quedan claros. Si el primer objetivo de Ópera de la Calle, según se repitió insistentemente, ha sido popularizar entre los cubanos la música lírica, y servir, en suma, al desarrollo de nuestra cultura. Y ya que ese objetivo puede cumplirse tranquilamente en La Habana, pues esta compañía, como proyecto cultural, no fue desintegrada (de hecho, sigue actuando hasta hoy), ¿por qué entonces se traslada a un país extranjero?
Además, si al final Aquino sólo se proponía demostrar que el socialismo es más lindo que los demás sistemas y que no debe hacerse feo, ¿qué sentido tiene que se vaya a demostrarlo a Colombia, si ya lo tiene aquí, donde más feo no puede ser?
¿Será que como tantos otros cubanos del llamado exilio de terciopelo, ha comprendido que le resulta más fácil y mucho más rentable defender y promocionar al régimen con el mar de por medio, mientras, de paso, intenta engordar su cuenta bancaria, en prevención de que nuestro presunto socialismo, lejos de embellecerse, termine yéndose con toda su fealdad por el tragante?
¿O será que al no poder consentirle que continuara adelante con su empresa privada algo más que pequeña –por ser un mal ejemplo para los demás cuentapropistas-, los caciques de la Raspadura decidieron convertir su revés en victoria, pactando con Aquino la apertura de un nuevo frente “revolucionario” en Colombia?
Aquino había declarado públicamente que el método que emplearon los funcionarios menores para clausurar su negocio parecía diseñado para construir disidentes. Pero reafirmaba que en su caso, vinieron a sembrarlo en campo equivocado.
Entonces, si no se va de nuestra isla por disentir políticamente, si es simpatizante del régimen, si su objetivo con El Cabildo era cultural y no económico, y si nadie le está impidiendo desarrollar aquí su labor cultural, ¿por qué se va?
A las muchas personas que a raíz del cierre de El Cabildo se lanzaron a proclamar sin matices su “inocencia”, le recordábamos, en nuestro artículo anterior (“Un pelo en la sopa”), que Ulises Aquino forma parte de la izquierda bistec habanera: intelectuales, artistas, antiguos altos dirigentes, diplomáticos, en fin, advenedizos del poder, con el bolsillo verde y con el corazón dicen que rojo.
A propósito, insistíamos en que desde la perspectiva de la política, e incluso del comportamiento humano, no pueden ser inocentes quienes hoy aquí se enriquecen (aunque sea con su trabajo o su talento) bajo la protección del régimen y a cambio de hacerle propaganda a su dictadura inútil y represora, que condena a la pobreza perenne a la mayoría de los cubanos. Así que mucho menos inocentes tal vez resulten los que se van a propagar la peste del fidelismo por otros países. Y para colmo, a cambio de los dólares que tanto dicen despreciar.
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