LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – El lunes 5 de septiembre comenzó el curso escolar en Cuba. Esa mañana, Lídice asistiría por primera vez a la escuela. Sus padres no la llevaron de la mano a este evento único en la vida. Lo hizo su abuela paterna, que con la vieja cámara fotográfica dejaría constancia de la primera maestra de la niña, de los niños que con ella compartirían durante el curso escolar, del aula con sus paredes sin pintar y sus viejos asientos.
Ese día, Lidice se levantó más temprano que nunca. Se lavó la cara y desayunó con la ilusión del primer día de escuela. Mientras Laura, su mamá, la vestía, recordó las colas y las carreras que tuvo que dar para comprar el inmenso uniforme con el que la experimentada costurera de su edificio logró hacer dos. Le dolía no estar junto a su niña en un momento tan especial, pero difícil. Lídice iba a separarse de su familia por primera vez. Tomás, el padre, dedicó unos minutos para ver a la niña en uniforme, darle un beso y desearle buena suerte en la escuela.
Ni Laura ni Tomás podían darse el lujo de faltar al trabajo. Si solamente se tratara de perder el estímulo mensual, ambos hubieran acompañado a la niña. Pero si se atrevían a faltar esta vez, se arriesgaban a ser despedidos. De sus centros laborales serían transportados “voluntariamente” hacia la Plaza de la Revolución, para sumarse al homenaje póstumo que “el pueblo” le rendía al fallecido General de Cuerpo de Ejército, Julio Casas Regueiro.
Lo mismo le sucedió a Antonio, el abuelo de Lídice. Se jubiló el año pasado, con una pensión de 240 pesos, poco más de diez dólares mensuales, que no le alcanza. Para incrementarla, aceptó un contrato laboral en una fábrica de conservas. El lunes, mientras se preparaba para ir a trabajar, escuchó por la radio la noticia del homenaje póstumo al General. “No puedo perder este trabajo –pensó-, así que no me queda más remedio que ir, sin escabullirme, como tantas veces. Esta vez me haré notar, porque si no voy, me van”.
Y con la misma, se calzó sus viejas botas, con las que podría resistir la caminata que le esperaba.