LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 – En Cuba, y también en el exilio, algunos apuestan por esa forma de oposición al régimen que llaman pacífica, mientras otros, los de la llamada línea dura, creen que tomar las calles y emplazar por métodos violentos al gobierno, es lo único que que logrará poner fin a la férrea dictadura que nos ha amordazado por más de 50 años. Pero lo lamentable es que, aunque unos y otros desean sinceramente la democracia y la plena libertad para Cuba, últimamente la tendencia en ambos grupos ha sido descalificarse y criticarse mutuamente. Verse como enemigos, en lugar de como compañeros de lucha.
Impera dentro de la oposición cubana una especie de “tolerancia a la carta”, donde cada cual interpreta a su modo lo que significan “democracia” y “tolerancia”, para escoger lo que más les conviene.
Algunos opositores de la línea más pacífica, y otros de línea más dura, han entrado en una especie de conflicto y hay intransigencia por ambas partes. Aunque hay una amplia gama de propuestas y opciones políticas, no acaba de lograrse una sana interrelación entre ellas.
Muchos opositores en Cuba, a pesar de luchar por la democracia, están exteriorizando lo que el dramaturgo René Ariza, muerto en el exilio, llamara “el Fidel Castro que todos los cubanos tenemos dentro”.
Cuando lo que Cuba necesita es unidad, en demasiados sitios y reuniones de opositores se continúa viendo como enemigos a otros opositores que proponen estrategias diferentes.
Los que usan la pluma y la palabra, son a veces descalificados como cobardes o inútiles por los opositores cuya estrategia de lucha es lanzarse a las calles. Mientras, muchos de los pacíficos, consideran que los carteles antigubernamentales, los gritos o las huelgas de hambre no son estrategias efectivas para acabar con el régimen.
Pienso que unos y otros se equivocan. Todos los que aspiramos a una verdadera democracia y deseamos ser libres, cabemos dentro de la oposición. A Cuba tenemos que salvarla entre todos. Unos no somos mejores ni más imprescindibles que otros; ni los viejos, ni los nuevos, ni los más pacíficos, ni los de línea dura.
Es necesaria una respetuosa colaboración entre todos los opositores y miembros de la sociedad civil. Debemos dejar de copiar a los Castro en su intolerancia y descalificaciones.
Los opositores, pacíficos o de línea dura, tendremos que aprender a respetar la forma de lucha del otro si aspiramos a crear una sociedad democrática y plural. En esta batalla contra la dictadura cada uno debe jugar el papel que le corresponda y usar las armas que sepa usar.