LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubaneet.org) – En 1980, después de que en pocas horas alrededor 11 mil personas entraron en la Embajada de Perú en La Habana, con el propósito de escapar del comunismo, murieron los escritores Alejo Carpentier y Roberto Branly y se suicidó Haydée Santamaría, asaltante del Cuartel Moncada y directora de Casa de las Américas.
También murió la tía Tina, según me contó mi vecina más cercana, el mismo día 4 de abril, luego de ver con sus propios ojos a una osada muchedumbre que se esforzaba por subir los muros de la sede diplomática.
Al llegar a su casa se sentó tiesa en un sillón y exclamó con los ojos muy abiertos, mientras contemplaba una foto del Ché que colgaba de la pared de la sala: “Ya no creo más en ningún socialismo”.
La miraron sin comprender. La tía Tina estaba pálida, tensa, como si le fuera a dar un infarto. No se equivocaron. Esa misma tarde, al parecer espantado y decepcionado, su corazón dejó de funcionar. Tina sólo tenía 59 años. Dicen que dejó una indeleble huella en quienes la conocieron, porque Tina sentía como propio el dolor ajeno. Era un ser muy humanitario.
Se incorporó a las tareas de la revolución desde su surgimiento y llegó a ser dirigente de base en varias ocasiones dentro de los Comités de Defensa de la Revolución.
Cuentan también que jamás daba una orden, porque decía las cosas con cariño y suavidad, pero que exigía responsabilidad a los que la rodeaban en su trabajo. Entre las características que la adornaban, estaba su don de persuasión.
Dicen también que Tina tenía algo muy especial: comprendía los problemas de cada cual; escuchaba a la gente y, después de analizar bien el problema que le contaban, siempre tenía un buen consejo que dar.
Quien despidió el duelo en el Cementerio de Colón, junto a todos sus compañeros de trabajo, habló sobre el infinito amor que Tina sentía por cada tarea que realizaba, y el cariño y la solidaridad que demostraba a los que acudían a ella en busca de apoyo. En fin, Tina era un verdadero ejemplo de modestia, honestidad y humildad.
Igual que Celia Sánchez, Tina nació el 9 de mayo de 1920, pero no su nombre no quedó para la eternidad. Aunque, como Celia, también se entregó a la revolución, nunca fue famosa, ni fue amiga íntima de Fidel Castro.
De origen muy humilde, vio la luz por primera vez en el pueblo de Bolondrón, en la provincia de Villaclara. Irónicamente, a Bolondrón muchos lo conocen como “el pueblo de los bobos”.