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Timadores en los predios de Dios

Pandillas de asaltantes operan impunemente en las cercanías del santuario de El Cobre

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LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -Un amigo me ha contado sobre el mal rato que pasó cuando fue a visitar recientemente el santuario de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba.

El auto en el que viajaban él y un acompañante extranjero iba por la carretera que conduce al parqueo del santuario, cuando, de pronto, interrumpiéndoles el paso, se les atravesó un grupo de individuos con la peor facha imaginable. Mediante gestos amenazadores les exigían que detuviesen la marcha, algo que mi amigo no hizo, aun a riesgo de provocar una colisión que le hubiera reportado más problemas que el atraco.

Mi amigo Rodrigo Bécquer me refiere lo que sigue:

“Ya dentro del perímetro cercado del santuario, conversé con el guarda del parqueo y le pregunté si la situación que acababa de vivir a la entrada era inusual. Y el hombre me contestó que no, que es diaria y permanente, y que llevan meses haciéndolo sin que la policía lo impida en lo más mínimo. Según me explicó el hombre, es raro el día que no cae un turista en la trampa de estos delincuentes”.

Son jóvenes residentes en el poblado de El Cobre, cuya única ocupación consiste en pasar el tiempo merodeando en las orillas de la carretera que conduce al templo de la Caridad. Cuando ven acercarse un auto con matrícula de turista, hacen lo mismo que intentaron hacer con mi amigo. Se plantan en medio de la vía para que el conductor tenga que detener la marcha. Una vez detenido, empiezan por tratar de venderle a los pasajeros falsos tickets de entrada al santuario. Claro que la  mayoría de los turistas extranjeros desconoce que allí el acceso es gratuito. Así que casi todos cometen el error de extraer sus billeteras para pagar la entrada. Y es justo cuando los ladronzuelos les arrebatan todo el dinero y se hacen humo entre la vegetación.

De muy poco ha valido que los vendedores ambulantes que operan por decenas en áreas del santuario (vendiendo flores, velas, réplicas de la Virgen, trocitos de cobre extraídos del lugar…), se ocupen de dar la voz de alarma entre los turistas, ya que las fechorías de estas pandillas malean su negocio. Los asaltantes de El Cobre continúan haciendo su agosto impunemente. En parte, porque, cuando sus víctimas son alertadas al llegar, es ya demasiado tarde; y en parte porque las circunstancias y el entorno resultan favorecedores para la fechoría.

Los santuarios, las iglesias y en general los templos para ritos y ceremonias litúrgicas son sitios a los que la gente suele acudir con la guardia baja. La disposición espiritual con que se dirigen hacia ellos no es la misma que llevan a una feria o a un baile. Tal vez sea el motivo por el cual hoy vemos reverdecer en sus entornos cubanos tanto timo y tanta trastada.

¿Por qué Dios –representado en las deidades de cada recinto- no ha puesto coto a estas prácticas que mucho le afectan? Podría ser esta la primera pregunta que salte a la boca de alguien que no tenga presente que también los ladrones y timadores son hijos de Dios y, como tales, demandan su ayuda y hasta quizá la obtengan de vez en cuando.

Ahora bien, los de El Cobre, al igual que los curanderos que toman el pelo y exprimen los bolsillos de miles de infelices, vendiendo milagros en las cercanías de San Lázaro; o como muchísimos otros embaucadores, no sólo marginales, también de cuello y corbata (y aun de sotana), que hoy amasan el pan del buen vivir a costa de tantas víctimas crédulas e inocentes, podrán tener teóricamente el mismo derecho que cualquiera a recibir gracia y perdón divinos. Pero se supone que no menos derecho tienen los ciudadanos a ser protegidos de esa plaga por la ley y por la sociedad civil.

Incluso, bien visto, también Dios y las demás deidades tienen derecho a que el gobierno proteja sus predios. Y así les demuestra de paso que no sólo se acuerda de ellos cuando quiere desterrar a opositores o gestionar libertad para sus espías.

Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0

José Hugo Fernández

José Hugo Fernández es autor, entre otras obras, de las novelas El clan de los suicidas, Los crímenes de Aurika, Las mariposas no aletean los sábados y Parábola de Belén con los Pastores, así como de los libros de cuentos La isla de los mirlos negros y Yo que fui tranvía del deseo, y del libro de crónicas Siluetas contra el muro.

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