LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Como homenaje al aniversario 50 de la fundación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el domingo 4 de septiembre se estrenó en el canal Cubavisión el documental Tengo lo que tenía que tener, cuya producción corrió a cargo de la propia UNEAC y el Centro de Documentales Octavio Cortázar.
El filme tuvo como objetivo rendir culto al fundador de la organización, el poeta Nicolás Guillén, y para su realización fueron entrevistados los escritores Abel Prieto, Miguel Barnet y Carlos Martí, sucesores del homenajeado en la presidencia de la organización.
Pero decir que este documental fue dedicado a la figura de Guillén, sería una injusticia. La mención de su nombre se limitó a breves chispazos. Los entrevistados se refirieron a Guillén para rememorar que fue ratificado como presidente de la organización durante tres congresos consecutivos, y que su labor germinó en los sucesores y rompió solemnidades para erigir una UNEAC “más democrática”.
El tema central del documental es la funcionalidad de la organización, y sus protagonistas se encargaron de sublimar la época que se inició después de la muerte del poeta. Los entrevistados abordaron el discurso de Fidel Castro, Palabras a los intelectuales, destacaron la publicación de polémicos títulos de Ediciones Unión, recapitularon sobre cómo se batalló para que la revista Gaceta sobreviviera a las circunstancias económicas del “periodo especial”.
Primó el afán de proyectar la cultura cubana al exterior, ensalzándose la toma de conciencia de los intelectuales frente al colonialismo cultural. Como colofón y con los créditos, reapareció Guillén declamando su célebre poema Tengo.
Hasta cierto punto, se justifica que los protagonistas soslayaran el tránsito de Guillén por la UNEAC, cuya presidencia fue marcada por capítulos vergonzosos y confabulaciones con el régimen. Muestra de ello es el show montado al poeta Heberto Padilla, el ostracismo y acoso a los que fueron sometidas importantes figuras de la cultura nacional, y la permanente censura a los creadores estigmatizados como contrarrevolucionarios.
La marginación de escritores de la talla de Dulce María Loynaz, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, no se corresponde con la proyección de sus obras, y fue siempre un sin sentido.
La UNEAC, recordando a Guillén, tiene lo que tenía que tener.