LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -A Rosa le pareció rara la pasta con trozos de tendones y pellejos, exhibida dentro de un tacho niquelado. Se vendía como masa de chorizo, en El Ranchón, un mercadito del municipio Arroyo Naranjo, a quince kilómetros del centro de La Habana.
Ante la duda, Rosa preguntó por qué la masa se veía aguada, a lo que el dependiente contestó: “no sé, así me lo traen del centro de elaboración, y hasta ahora tiene buena aceptación”.
Rosa no lo pensó dos veces. Compró cinco libras de aquella piltrafa, a 12 pesos la libra, por un precio total equivalente a 2.50 dólares. En realidad, no tenía nada más para la cena.
Apenas llegó a su casa, se le ocurrió colar la supuesta masa de chorizo y, de las cinco libras, quedaron dos de todo un poco, menos chorizo. Lo que traspasó el colador era una mezcla de harina con agua. Una verdadera estafa.
Debemos admitir que los cubanos hemos devenido un pueblo de carroñeros. El gobierno surte a la gente de subproductos de carne animal, sin el más mínimo control epidemiológico y de calidad en los diferentes eslabones de distribución. Se trata de engendros que, desde luego, no degustan los gobernantes. Picadillos condimentados, masa de croqueta, salami y mortadela a partir de desechos de res, cerdo o subproductos de ave importada… son el “refuerzo nutritivo”, la proteína en la mesa del cubano de a pie.
Lástima que ya no esté Fidel Castro para ofrecernos una conferencia magistral sobre la piltrafa que hoy se vende en las “Carnicerías Especializadas”, como en su momento hizo con las hamburguesas SAZ, que, según él, superaban en calidad a las de McDonalds, del imperio yanqui. Mientras Fidel experimentaba con nosotros y decía apostar por convertirnos en un pueblo de vegetarianos, los venenosos embutidos de bajo costo, a precios liberados, minaban el mercado.
Desde hace unos seis meses, se ve a los habaneros de la periferia corriendo con ansiedad tras los furgones no refrigerados de la Empresa de Productos Cárnicos de La Habana, cargados con residuos de res y cerdo, provenientes de los mataderos.
La venta se realiza desde el mismo camión, sin la más mínima condición higiénico-sanitaria. El precio de lo que venden es asequible y no podemos aspirer a más, todos se contentan con las costillas peladas, el hueso de lomo, los riñones o la lengua de res. Por ejemplo, entre los desperdicios de res está la ternilla, a seis pesos la libra, en moneda nacional; el hueso de lomo, a 8 pesos la libra; los huesos de la punta del pecho, a 10 pesos la libra; los riñones, a 5 pesos; la pata y panza, a 5 pesos. Del cerdo, venden las vísceras, corazón, hígado y riñón.
El Estado ha resuelto sacarle el dinero al pueblo vendiéndole estos desechos, que antes se destinaban al consumo de los animales en el Zoológico Nacional. Esto contrasta con lo que dicen las autoridades de salud pública en Cuba, celosas en la vigilancia y prevención de la diabetes, el colesterol, los malos hábitos nutricionales, y que, además, abogan nos recomiendan una dieta balanceada y el consumo de vegetales y hortalizas.
Embutidos de “ave..rigua qué” y desperdicios de carne animal, son hoy el plato fuerte para el cubano promedio. El que quiera carne tendra que buscarla en las Tiendas Recaudadoras de Divisas, donde el kilogramo de carne de res cuesta entre 9 y 11 dólares, el equivalente al salario promedio de más de quince días.