LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Por supuesto que apoyo el trabajo de Mariela Castro y su equipo del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) en pos de eliminar la homofobia de nuestra sociedad. Es una deuda que Cuba tiene con esas personas que han sido marginadas o reprimidas debido a su orientación sexual diferente, y que conocieron de episodios tan desagradables como las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), las redadas policiales en plena vía pública, o los acuerdos del Primer Congreso de Educación y Cultura de 1971.
Sin embargo, es un clamor extendido la convicción de que, para que el CENESEX complete su loable labor, es preciso habilitar sitios adecuados, y a precios asequibles, donde los homosexuales puedan hacer el amor sin molestar a terceras personas. Es muy común observar, ya entrada la madrugada, en diversos barrios habaneros, a grupos de travestis y homosexuales merodeando de un lado a otro. Y a la mañana siguiente, pasillos y escaleras de edificios de apartamentos amanecen con restos de preservativos, orina, y otras huellas de la actividad acaecida durante la noche.
Es conveniente consignar que la carencia de lugares adonde acudir para hacer el amor no afecta sólo a las parejas homosexuales. Una ciudad tan populosa como La Habana, que además enfrenta un serio déficit habitacional, se quedó en los últimos tiempos sin las conocidas posadas o albergues, adonde las parejas acudían y pagaban una módica tarifa. Ahora las únicas opciones, aparte de los afortunados que posean apartamentos o cuenten con amigos que se los presten, son acudir a un hotel o a uno de los arrendadores que han salido a la palestra. Pero, en ambos casos, las tarifas resultan prohibitivas para el bolsillo del ciudadano promedio. Además, con el prejuicio homofóbico que subsiste en nuestra sociedad, es lógico imaginar que una pareja homosexual encuentre más dificultad que una heterosexual a la hora de conseguir una habitación para arrendar.
Ojalá que esta solicitud encuentre oídos receptivos.