LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – ¿Qué hubiera ocurrido si llegan a quedarse en Cuba los cientos de miles de paisanos, sobre todo jóvenes, que durante decenios se mudaron masiva y sistemáticamente al extranjero? El carácter capcioso de la pregunta no impide que sea formulada cada vez con mayor frecuencia en nuestras charlas de puertas adentro.
En cuanto a las respuestas, aunque al final resulten tan capciosas como la pregunta, sirven por lo menos como descongestivos de la conciencia, sea en expresión de consuelo, queja, frustración, o como simple inferencia aleccionadora.
Lo primero que pudo ocurrir, responden muchos, es que no hubiésemos logrado soportar la falta de recursos para alimentarnos y para costear el resto de las necesidades básicas, como medicinas, ropas, etc. Una tarea que debido a nuestra crisis gubernamental de medio siglo, nos hemos visto obligados a descargar casi enteramente sobre los familiares de la emigración y el exilio, quienes, desde que inician gestiones para mudarse al exterior, lo hacen con el proyecto de romperse el lomo trabajando para los que dejan detrás.
Por otro lado, hay quienes responden que de haber permanecido en la Isla esa amplia representación de nuestra juventud, sin duda la más temeraria y emprendedora entre sus respectivas generaciones, muy posiblemente hubiera precipitado el desmoronamiento de la dictadura. Si en principio todos rechazaban al régimen y si estaban deseosos y decididos a luchar por un cambio en sus vidas, lo único que faltó es que resolvieran buscarlo en su propio país.
En especial esta tesis se repite con énfasis en los últimos meses, bajo el claro influjo del aluvión de noticias sobre las rebeliones populares en el mundo árabe.
De cualquier modo, no es la única respuesta ante la capciosa pregunta de marras, como tampoco lo es la citada más arriba. Si acaso son las dos que más se reiteran, ambas con indudable certeza, hasta el punto en que bien miradas, tal vez las dos juntas resuman una sola respuesta para la misma interrogante, sólo que ordenadas según escala cronológica. Primero, iría la segunda de las dos respuestas. Y luego, tendríamos que ubicar a la primera que cito.
Un ejercicio ocioso en todo caso. Pues lo que pasó, es ya pasado. No en balde hay también quienes responden a la pregunta mediante la chanza refranera: si mi tía tuviera ruedas, fuera bicicleta, dicen. Sin embargo, no hay que estar tan seguro.
Es indemostrable la posibilidad de convertir en bicicleta a la tía, aunque tuviera ruedas. En cambio, no lo es que a partir de la enseñanza que hoy nos ofrece la emigración en masa, empecemos a cambiar el enfoque y no el lugar de residencia.
Se trata de una muy difícil decisión. Creo que ni siquiera sería justo pedírsela (menos aún exigírsela) a las nuevas generaciones. Pero el tema está imponiendo ya su peso en nuestras charlas cotidianas de puertas adentro, que es donde único hablamos los cubanos con relativa objetividad y con franqueza. Algo es algo.
Lo demás depende de la medida en que sea flexible aquella máxima, según la cual, los humanos tenemos hijos sólo para que nuestros errores duren más que nosotros.
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