Servicio militar

LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – En Cuba el servicio militar que deben pasar los jóvenes al llegar a la mayoría de edad se considera un honroso deber patrio, pero un repaso a su historia muestra que siempre fue visto más bien como un martirio.
El primer llamado, en 1967, se recuerda como de sangre y fuego. Entre los sargentos a cargo de implantar el orden interior en aquellas primeras unidades había fanáticos del naciente comunismo. Sus excesos añadieron una dosis de aversión a las palabras servicio militar.
Los soldados eran sometidos a entrenamientos duros, dormían a la intemperie en hamacas amarradas a los árboles, y eran tratados con excesivo rigor. Mangos de Baraguá (División 50) es un nombre que aún asusta. Como El jején, en Pinar del Río, donde en cada maniobra moría un soldado; o el trabajo de sol a sol en la unidad 1005 de Holguín, muy parecida a las tristemente célebres UMAP.
A partir del decimosegundo llamado mejoraron las condiciones de vida de los reclutas, y se cambió el nombre, de Servicio Militar Obligatorio a Servicio Militar General. Entró en vigor la ley 18, que permitía a los reclutas licenciados antes de tiempo por buena conducta, iniciar o continuar estudios en la universidad. Y se instauró el sistema de pases regulares.
No obstante, todavía cuando un joven llega a los 16 años y es llamado a filas, se aterra, y, en muchos casos, se inicia la batalla por eludir el servicio. Una comisión de expertos realiza un examen médico antes de alistarlos; muchos fingen diferentes enfermedades durante los exámenes médicos para que los declaren no aptos, pero solamente los de pies planos, problemas cardíacos, úlceras y trastornos mentales se salvan de subir al camión y alejarse de la comodidad del hogar.
Los médicos casi nunca se dejan engañar por los inventos de los muchachos. Aunque a veces, según dicen, hay trucos que funcionan, como el de tragarse un botón en ayunas, que se ve como una úlcera en las radiografías. Y los pies planos son imposibles de simular, lo mismo que los problemas cardíacos.
La locura casi siempre fue descartada por los sicólogos, ya que las actuaciones de los muchachos generalmente no resultaban creíbles. Hay historias famosas, como la del recluta de la unidad Vaca muerta, en La Habana, que emplazó un tanque en una loma con el cañón apuntando hacia la formación de soldados en el polígono, amenazando con que abriría fuego; u otra, más cómica, de un recluta de la brigada fronteriza, apodado Gelatina, que para evidenciar su locura le agarró las nalgas a un coronel. Ninguno de los dos “locos” se salió con la suya.