LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Mi vecina Evangelina es muy educada y muy elegante. No es que se crea superior ni mucho menos, es que recibió una educación esmerada, pues sus padres, sin serricos, eran personas sensibles que supieron inculcarle muy buen gusto, y enseñarle a apreciar la belleza y el arte.
Además de recibir clases de piano, Evangelina se hizo maestra hogarista. En la Escuela del Hogar aprendió cómo expresarse, cómo comportarse, cómo vestirse. Aprendió tan bien, que incluso hoy, cuando apenas sobrevive con el poco dinerito de su pensión, sigue siendo ejemplo de elegancia y de clase. Ni parece que la mayoría de su ropa sea hecha por ella misma.
Pero nuestra situación afecta a todos, y ella no es la excepción. Resulta que hace unas semanas se tupió el inodoro de la vieja casa de viga y loza donde vive. Cuando llamó al plomero, un viejo amigo dispuesto a no cobrarle la visita, este le dio la peor noticia: la solución era comprar un inodoro nuevo.
Evangelina creyó que se moría. Ni en un año podría reunir los 100 CUC que cuesta un inodoro. Pero eso no era lo más terrible: el cambio debía ser hecho con cierta urgencia, pues el inodoro actual no debía seguir siendo usado.
A pesar de este golpe, mi vecina no perdió su presencia de ánimo. Con la misma clase que siempre ha tenido, improvisó un sanitario con una silla rota y jabitas (bolsas) de nylon, como hace la mayoría de los cubanos en la misma situación. Y con la misma elegancia de siempre, salía a botar las jabitas con un gesto tan digno que nadie en el mundo podía imaginarse jamás lo que contenían.
Hasta que la vida quiso poner a prueba sus modales y todo el roce que esta señora había adquirido a lo largo de su vida. Aquel día, Evangelina salió muy temprano hacia la iglesia donde almuerza. Como casi siempre, llevaba en sus manos la habitual jabita con su carga pesada, con la idea de botarla en la esquina. De pronto, se tropezó con un vecino que la aprecia mucho.
Evangelina quiso que la tierra se la tragara cuando este, muy cortés, le dijo: “No se preocupe, vecina, deje que yo le bote la basura.”