LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Jacinto y Noelia viven en la calle C, en el Vedado. Él cumplió 90 años y ella 80, no tienen hijos ni familiares cercanos en el país. Hace tres años, a él le diagnosticaron cáncer en la próstata, enfermedad que lo ha relegado a vivir encerrado en su apartamento. Entretanto, ella enfermó de dengue hemorrágico y perdió la visión de un ojo, pero tal angustia no le impide ocuparse de su esposo y de la casa. Entre los quehaceres está lavar la ropa de los dos, labor que se le facilita gracias a una vieja lavadora comprada hace treinta años.
Sin embargo, después de tanto tiempo de explotación, el equipo ya no funciona igual. Llamaron al mecánico, quien dictaminó que la máquina no admitía más inventos y remiendos, y les recomendó comprar una nueva.
Los ancianos hablaron con sus familiares en el extranjero para conseguir el dinero y pidieron consejo al especialista para efectuar la compra, quien les sugirió las marcas LG, o Samsung, ambas de fabricación coreana. Sin embargo, esas marcas fueron retiradas de las redes comerciales para vender la lavadora china Jinling-Runch, al precio de 555,65 CUC (665 dólares), con dos años de garantía.
Como el mecánico no tiene referencias de esa marca, indagó con los empleados de algunas tiendas sobre la garantía de la máquina porque, a pesar de que se especifica que son dos años, a la hora de la verdad nadie las quiere arreglar. La respuesta de los empleados fue que dichos artefactos no son buenos y el porciento de devoluciones es alto.
A la pregunta: ¿A dónde fueron a parar las lavadoras LG, y Samsung? Se almacenaron en la tienda El Arte, en las calles Reina y Águila, en el municipio Centro Habana, para ser vendidas a oficiales de las Fuerzas Armadas, veinte veces por debajo de su precio, y en moneda nacional.
Como Noelia no tiene salud para lavar en un equipo semiautomático, el mecánico decidió hacerle otro remiendo al cacharrito para dar tiempo a que alguna amistad con acceso a internet, le encuentre una oferta en el sitio web revolico.com.
Jacinto y Noelia no se explican por qué las tiendas están abarrotadas de electrodomésticos de mala calidad, mientras el pueblo no tiene acceso a elegir una marca en la que puedan confiar. Ellos están dispuestos a pagar su precio, pues no reclaman lujos, sólo quieren lavar la ropa sin preocupaciones. Y eso no es mucho pedir.