LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Hablar a gritos es ya una costumbre generalizada entre los cubanos. No importa molestar al vecino o a los transeúntes con frases vulgares.
El asunto es comunicarse a grito limpio, costumbre que las nuevas generaciones ayudan a cimentar en las calles, escuelas y hogares. A consecuencia de la masividad y el propósito de adoctrinar la sociedad bajo el programa del partido comunista, hoy se recogen los frutos de un experimento que resultó una caricatura de los postulados que se proclamaron en los comienzos de la era revolucionaria.
No sólo de las cuerdas vocales de cientos de miles de personas parte el ruido ambiental que agrede y mortifica. Potentes equipos de música continúan sembrando el pánico en edificios, barriadas y hasta dentro de los automóviles de alquiler.
Ser apabullado por el reggaetón es algo cotidiano. Es raro el día en que no se padezca uno de esos ataques sonoros. Este ritmo es el más utilizado en Cuba para aporrear los tímpanos de quienes aspiramos a una convivencia más humana.
Junto al ejército de gente insensible a la hora de propalar ruidos a diestra y siniestra, también se multiplica el revendedor, con sus habilidades para timar y especular. Todo dentro de un contexto ideal para el desarrollo de estas maniobras que incrementan el desbarajuste interno.
En este caso, se conoce de la compra masiva de productos en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), por parte de los cuentapropistas, para posteriormente venderlos a precios más elevados. Estas operaciones se llevan a cabo en la trastienda, fuera de la vista de los clientes. Por cada artículo que no llega a los mostradores, el trabajador por cuenta propia paga un extra al gerente o el jefe de almacén.
De no ser por los estrechos intereses que existen entre los proveedores, administradores de estos comercios estatales, y quienes le compran las mercancías al por mayor para colocarlas en sus tarimas, este tipo de transacciones ilícitas no hubiesen alcanzado las dimensiones actuales.
Las denuncias ciudadanas, y hasta incluso de militantes del Partido y la Juventud Comunista, se diluyen en la misma nebulosa de “aquí no pasa nada”.
El Gobierno no puede corregir estos desequilibrios mientras siga evitando una confrontación real con el burocratismo y los esquemas ideológicos y de doble moral, que han desarticulado la escala de valores de la nación.
Las tímidas reformas económicas solo removerán los lodos que envuelven al país. El ruido y la especulación están garantizados.