LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38.- Hace pocos días, en la bodega situada en Quinta avenida y 240, en Jaimanitas, se aglomeró un gran número de personas que llegaron de los cuatros puntos cardinales del pueblo, al regarse la noticia que el camión cisterna de la Empresa de Bebidas y Licores estaba abasteciendo el tanque de la bodega.
Traían pomos plásticos y otros tipos de envases; hicieron una cola que comenzó a crecer sin conocerse siquiera el producto que se estaba descargando. Cualquiera de los tres productos que se abastece regularmente (vinagre, vino seco o refresco concentrado), es de alta demanda popular y se acaba rápido. Aunque el tanque es enorme. Llega hasta el techo.
La gente acudía a la cola con pomos de todos los tamaños, pero cuando se supo que era vino seco para cocinar lo que traía el camión, entonces los pomos fueron más grandes. Al rato, comenzó la venta de vino seco y la coladera. Hubo protestas y trifulcas. Una señora entrada en años llegó a última hora con tres pomos de dos galones cada uno; dijo que había marcado de primera en la cola, pero había tenido que ir hasta su casa a buscar los pomos.
Otra señora también se coló. Traía cuatro pomos grandes que luego se llevó llenos, en una carretilla. De repente, surgió la duda de para qué la gente necesitaba tanto vino seco. No quisimos preguntar, porque la cola estaba caliente y ante cualquier duda podían declararnos como un colado. La gente seguía llegando y la cola doblaba por la calle 240, rumbo al antiguo cine del barrio. La venta era lenta, surtida a través de un pequeño grifo.
El litro de vino seco se vendió a dos pesos en moneda nacional. Doce centavos de dólar, aproximadamente. Era de muy buena calidad, para el arte culinario, pero la duda continuaba.
Preguntamos, en voz baja, al hombre de atrás en la fila, que cargaba un solo pomo, pero más grande que todos los envases que había visto allí, ¿para qué tanto vino seco? Observó con sospecha la pregunta, pero contestó entre dientes:
-Para el marisco.
Evidentemente, no le creí. A pesar de que Jaimanitas fue sitio pesquero tiempo atrás, los más viejos decían que allí no se comía marisco desde que Batista era cabo en el ejército.
Ni siquiera la carne de puerco, que es comida nacional, requiere de esas cantidades exorbitantes del producto.
Cuando llegó mi turno, una anciana renga exigió su paso delante, como minusválida. De una jaba sacó muchos pomos. Con entrenamiento los alineó sobre el mostrador y quitó las tapas. Cuando estuvieron llenos, los acomodó nuevamente y se marchó con paso tambaleante; el cuerpo apoyado en el bastón y sus pomos llenos en la jaba que iba sobre el lado contrario.
Compré al fin. Llené un pomo que ha estado dado vueltas en el refrigerador sin uso durante varios días. Por la noche, descubrí el secreto del vino seco en una visita a una vieja artista retirada, que me está proporcionando datos para otra historia. Al finalizar la sesión de trabajo brindamos con una copa de vino. Dijo que era un Rioja. Estaba estupendo.
Luego sirvió otra copa, y mientras lo saboreaba, dije:
-¡Qué diferente este Rioja al vino que vende Tino, el de Mañanima, a diez pesos la botella, que es vinagre puro, o el de Yipsi, que es de uva pero pésimo.
Y mi anfitriona se echó a reír. Confesó que estábamos bebiendo vino seco para cocinar.