LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – El llamamiento a pensar como cubanos a partir de los aportes a la identidad nacional del poema El apellido, de Nicolás Guillén, no encontrará muchos seguidores en estos tiempos. Más de medio siglo de patrioterismo revolucionario ha restringido el concepto de cubanía al arroz con frijoles, la gestualidad, el deseo de abandonar el país y el son.
Los símbolos nacionales se guardan en la memoria como amuletos para el viaje. En ocasiones la palma y la mariposa se sustituyen por el olmo y el tulipán. El recuerdo del himno y la bandera es ocupado por similares atributos del Real Madrid. Por eso resultará difícil para los directivos de la Fundación Nicolás Guillén, lograr que a 60 años de escrito el poema El apellido, este pueda influir en la reafirmación de una identidad que dejó de existir.
El anuncio de una edición masiva del poema, y la invitación a treinta artistas a plasmar imágenes alusivas al texto, entre otras actividades por la conmemoración, sólo llenarán en cuerpo y alma a sectores de la intelectualidad nacional.
Mientras los organizadores expliquen en medio de coloquios y talleres cómo en El apellido un descendiente de esclavos africanos indaga por su remota identidad, miles de cubanos disecan su árbol genealógico en busca de un abuelo español.
Cuando el declamador del poema de Guillén pregunte: ¿No tengo, pues / un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?, la fila de cubanos frente al consulado español dará gracias a Dios por ser nietos de un gallego.
Y no es que renieguen de sus ancestros negros, sino que de nada les sirve hurgar en sus orígenes africanos, si ninguno de esos países envía euros ni facilitan la doble nacionalidad.
A estas alturas del ajiaco racial, más que negro, blanco, o amarillo, miles prefieren tener un tatarabuelo español, que aunque haya sido mayoral o negrero, les permite no ser ciento por ciento cubanos.
Además, pocos se preguntarán: ¿Sabéis mi otro apellido, /el que me viene de aquella tierra enorme, / el apellido sangriento y capturado / que pasó entre cadenas sobre el mar? Como lo hiciera hace 60 años Guillén.
A ninguno se le ocurriría gritar hoy que sus ancestros eran de Dahomey o Senegal, ni preguntar si su apellido es Yelofe, Bakongo, Banguila, Kumbá o Kumbé.
En un retrato de familia en la Cuba actual, muchos sueñan ser Montecelo, Mondoñedo, Salvatierra o Modroño, y el sonido de gaitas, guitarras y castañuelas les impide escuchar el del tambor.