LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – El Papa Juan Pablo II recorrió Cuba del 21 al 25 de enero de 1998. Su impronta conmocionó el ambiente totalitario, impuesto desde el 1 de enero de 1959, más allá del aspecto religioso, contribuyendo a abrir las mentes de los cubanos, y su prédica mantiene total vigencia. Ayer, primero de mayo, su sucesor, el Papa Benedicto XVI, lo beatificó.
La Iglesia Católica Cubana fue perseguida desde comienzos de la década de 1960, sus sacerdotes expulsados, sus bienes confiscados y muchas personas sufrieron los rigores de los tristemente célebres campamentos de la UMAP debido a sus creencias religiosas. Hasta el IV Congreso del Partido Comunista, en 1991, la práctica religiosa estuvo virtualmente perseguida; ser acusado de cualquier creencia vetaba para puestos de trabajo y el acceso a las universidades. Pero el PCC modificó sus estatutos permitiendo el ingreso a sus filas de personas con creencias religiosas, con lo cual la religión dejo de ser “el opio de los pueblos” y lo penalizado dejó de ser un crimen, sin explicaciones ni disculpas.
El Papa fue acogido con gran deferencia por Fidel Castro, quien había cursado la invitación formal para su visita a comienzos de los años noventa, cuando el ambiente internacional se modificaba radicalmente por la caída de los regímenes en los países del llamado socialismo real del este de Europa y el fin de la guerra fría. La simulación de una apertura para procurar nuevos aliados y la incómoda situación de ser Cuba uno de los pocos países que no hubiera recibido al pontífice, movieron a ese compromiso. Pero la pérdida de las subvenciones soviéticas empezó el caos conocido como Período Especial, con el resultado de fuerte descontento popular y el nuevo éxodo masivo de balseros hacia Estados Unidos, lo que incidió en la posposición de la visita, aunque no se reconociera públicamente las causas. Gracias a la tímida apertura económica, con turismo incluido, y el apoyo financiero de Hugo Chávez, mejoró el ambiente lo suficiente como para encarar el reto.
Por primera vez en Cuba, la asistencia a recibimientos y actividades fue realmente voluntaria. También el Partido Comunista y las organizaciones políticas y de masas convocaron a sus militantes, aleccionados para equilibrar la asistencia y las expresiones. Por su parte, la Iglesia Católica utilizó la pequeña apertura dentro del marco de los preparativos para la visita, a fin de intensificar su labor evangelizadora, que tuvo agradecida acogida por los cubanos que habían escondido su fe, y aquellos que procuraban esperanzas.
Quienes asistieron a los recorridos y las misas del Papa en Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana, incluso los no católicos, sintieron emociones desconocidas. Hubo aún más religiosidad y clamores a viva voz de “libertad” en la Plaza de la Revolución, hasta entonces sólo llenada por Fidel Castro. El Mensajero de la Verdad y la Esperanza llamó al amor y la reconciliación desde la tribuna donde se había incitado al odio y la muerte durante decenios. En los edificios circundantes, las inmensas imágenes de guerrilleros fueron reemplazadas por el bello rostro de Jesucristo, indispensable en casi todos los hogares cubanos hasta que el partido único lo proscribió.
El Sumo Pontífice no vino a cambiar un gobierno, sino a traer un mensaje de fe, paz y reconciliación, para contribuir a que el pueblo cubano fuera protagonista de su historia, sin miedo, y se respetaran las libertades fundamentales; para que Cuba se abriera al mundo como el mundo lo hiciera a Cuba. Entre los resultados inmediatos estuvieron la apertura de pequeños espacios a la Iglesia Católica Cubana, el reconocimiento de la festividad del 25 de diciembre y la liberación de unos 300 prisioneros políticos.
Durante 52 años, el pueblo ha sido acompañado por la Iglesia en las adversidades, ha recibido el apoyo religioso y la asistencia humanitaria de los mermados sacerdotes, monjas y laicos, muchos de ellos extranjeros. También la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba ha emitido profundos documentos, entre otros el mensaje “El amor todo lo espera” del 8 de septiembre de 1993; condenado la represión contra 75 pacíficos opositores en 2003 y, más recientemente, realizado negociaciones con el gobierno que alcanzaron la excarcelación de esos prisioneros de conciencias, así como de otros reos.
Karol Wojtila afrontó los peligros del nazismo para hacerse sacerdote en su Polonia natal; como arzobispo (1964) y cardenal (1967) bajo el totalitarismo apoyó a su pueblo y como Sumo Pontífice (1978-2005) inspiró a los ciudadanos de los demás países totalitarios europeos con una influencia fundamental en el tránsito pacífico hacia la democracia. En su intensa labor evangelizadora recorrió más de 120 países y procuró el entendimiento entre las diversas religiones. El primer Papa no italiano desde hacía 500 años, fue una de las personalidades más relevantes del Siglo XX.
Actualmente, su presencia se prolonga en el recorrido multitudinario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, comenzado en Santiago de Cuba el 8 de agosto de 2010 y que concluirá el 10 de diciembre de 2011 dentro del marco de las conmemoraciones del 400 aniversario de su hallazgo en 1612.